Algo más de 2.000 extremeños fallecidos en el 2015 contaban con un seguro de vida y fueron compensados por ello, de acuerdo a la Memoria social del seguro de ese año, la última disponible, elaborada por Unespa, la patronal del sector. La cifra de indemnizaciones por este concepto ha presentado una clara tendencia al alza en la región durante los últimos años. Si se compara con el 2009, cuando comienza la serie incluida en el informe, su número se ha duplicado, ya que en ese ejercicio los fallecidos con esta cobertura fueron 1.012 en la región. De estos seis años, cinco fueron de crecimiento ininterrumpido, cayendo solamente entre 2014 y 2015, en que pasaron de 2.204 a 2.076.

Esta evolución está en sintonía con la experimentada en el conjunto del país, donde se ha pasado de 43.954 fallecidos compensados a 71.706. En el estudio se apunta como probable causa de esta evolución «al efecto combinado de la creciente extensión del seguro de vida y del envejecimiento de la población».

Este progresivo incremento llevó a que entre 2009 y 2014 el peso de los fallecidos asegurados sobre el total de los decesos registrados en Extremadura pasará del 9,42% al 20,41% (uno de cada cinco). Durante todo ese periodo, la media se situó en el 15,23%, ligeramente por debajo del 15,4% promediado en el conjunto de España.

¿Quién suscribe más habitualmente estas pólizas? «La gente contrata seguros de vida sobre todo cuando tiene hijos. Este es el elemento crucial que lleva a una persona a hacerlo», precisan fuentes de Unespa. La existencia de deudas, hipoteca fundamentalmente, también es un «incentivo» importante, ya que lo que se busca es no dejar atrás problemas en caso de muerte prematura. «El seguro de vida actúa como un colchón de protección para esas familias», se aduce en la patronal aseguradora. La edad promedio de los fallecidos con póliza —con datos nacionales— se sitúa en sesenta años, con dos picos en los tramos que van de 40 a 55 años y de 70 a los 85. No obstante, la memoria subraya que los fallecimientos de edades medianas (de 20 a 59 años) están «sobredimensionados» en relación al total de defunciones, lo que confirma a su juicio la función del seguro de vida «como instrumento de cobertura frente a la muerte temprana» y ante la existencia de situaciones como préstamos hipotecarios. En este sentido, aproximadamente un 4% de los fallecimientos indemnizados cada año corresponden a seguros vinculados a las hipotecas. Otro dato que también apuntaría en este mismo sentido, incide el estudio, es la significativa proporción de compensaciones que se producen en personas que mueren poco tiempo después de suscribir el seguro. Así, un 17% de los fallecidos llevaba un año o menos con la póliza y el 46% no pasaba del lustro.

En cuanto al importe de las compensaciones abonadas a los familiares, esta es muy diversa. Puede ir desde 150 euros (un 10% no alcanza esta cifra) hasta más de un millón (otro 10% supera los 100.000 euros). La mediana (la cifra que separa a la mitad que más cobra de la que menos) alcanza los 22.061 euros. En los últimos años de crisis se ha producido un notable descenso del promedio de los pagos «tal vez por reducirse el capital asegurado de las pólizas», se dice en el informe.

La bajada del importe medio, se señala desde Unespa, obedece también a que se están «generalizando» pólizas colectivas o coberturas complementarias en pólizas cuya finalidad principal no es la de un seguro de vida, y cuyas compensaciones para esta contingencia son menores.