Lo de ayer fue un combate de pesos pesados. En una esquina, Aznar. En la otra, Ibarra. Como testigo nada imparcial, el ministro Arenas. Durante casi dos horas, los dos presidentes se dijeron todo lo que no se decían desde su último cara a cara, hace tres años. En declaraciones posteriores, Arenas informó lacónicamente de que había sido un "encuentro dentro de la normalidad". Ibarra lo calificó de "normal dentro de la anormalidad". Un periodista le preguntó cómo había encontrado de ánimo a su interlocutor. "No lo conozco casi físicamente, menos lo voy a conocer metafísicamente", dijo. Y añadió: "Está como yo, deseando irse de vacaciones".

Una de las pocas cosas que comparten los dos --la españolidad-- no fue factor de concordia. Ibarra rechazó ser sometido al "españolímetro" de Aznar y pidió una "nueva definición" de España. Ni hablar, le respondió el inquilino de la Moncloa, que, en un gesto de desprendimiento, elogió la buena marcha de la economía extremeña. Eso sí: buena parte del milagro la atribuyó a la gestión del Gobierno. MARCO SCHWARTZ