El mileurismo no es una situación aislada. Más de nueve millones de personas, sobre todo jóvenes, viven en España bajo esa situación económica. Entre ellas está María José García, que reconoce que tiene que "hacer magia con el dinero" para poder salir adelante con apenas 1.000 euros al mes.

El concepto de mileurista fue acuñado hace un par de años por Carolina Alguacil, una joven de Barcelona que trabajaba en publicidad. Su objetivo era definir a una generación --más que a una clase social-- arrinconada económicamente por los rigores del mercado laboral. Es decir, a personas como Daniel Rodríguez, que trabaja todo el día repartiendo correspondencia y, a sus 36 años, ha pasado por todos los empleos posibles siempre con salarios inferiores a los 1.000 euros. "Así puedo andar justillo", afirma.

Laura Díaz es una joven extremeña que vive en Madrid. Su trabajo va mucho más allá de llevar cafés de un lado para otro como se le supone a una becaria. Tiene cargas de trabajo similares a las de sus veteranos compañeros de departamento pero eso no supone ver igual de valorado su esfuerzo. Ella también es mileurista, aunque reconoce tener detrás la ayuda de su familia cuando lo necesita. Eso sí, tener unos ingresos tan bajos "me condiciona muchísimo y me obliga a sacrificar muchas de mis aficiones, sobre todo en temas de ocio o a la hora de realizar viajes". También en su caso la vivienda y la alimentación le cuestan la mayor parte de su presupuesto mensual.

Y es que todos ellos se ven obligados a compartir piso y la palabra hipoteca no entra de momento en su vocabulario. "Ni entra ni lo puede hacer", dicen. Eso sí, el alquiler se lleva más del 20% de sus sueldos.

Por eso otros optan por saltarse el reto de la emancipación y sencillamente viven con sus padres. Como Mónica Rikic, de 20 años, que reconoce que "si tuviese que pagar un piso no sé como me lo montaría". Trabaja como camarera y su nómina supera los 500 euros gracias a las propinas y las horas extras.

En sus casos, la comida casi siempre se hace en casa y el desembolso de la cesta de la compra se ajusta al máximo. Las escapadas de fin de semana no están prohibidas, pero sí restringidas y los sacrificios son muy diversos. "Si quiero ir de vacaciones, me las pago con la tarjeta de crédito en cuotas. La dejo reposando un año y al verano siguiente vuelvo a hacer lo mismo", explica María José. Al igual que Laura, que ahora se aprieta el cinturón para escaparse unos días a la playa.

Pero a pesar de tanto esuferzo, reconocen que cuando termina el mes solo queda lo justo. María José reconoce que se puede vivir con 1.000 euros al mes, eso sí, siempre que no exista una familia a la que alimentar, y tiene una cosa clara: "Lo que no quiero es seguir viviendo así el resto de mi vida".