Javier Corominas era consejero de Obras Públicas y le tocó vivir en primera fila la tragedia de Badajoz, desde la búsqueda de soluciones a los afectados al seguimiento de las obras de las nuevas viviendas, con un empeño que le afectó físicamente. Diez años después y fuera ya de la esfera pública, Corominas destaca sobre todo que el trabajo realizado en la riada de Badajoz ha marcado "un antes y un después en la política social de barrios de la Junta de Extremadura" y que se ha traducido en una forma de actuar en lugares como La Data de Plasencia, Aldea Moret en Cáceres o los propios Colorines de Badajoz. Esta nueva política se ha caracterizado por llevar la Administración al corazón de los barrios. "La riada nos cambió pautas de comportamiento, vimos que la Administración podía ser más cercana, no esperar a que los problemas llegasen, sino ir a por ellos", dice.

El exconsejero y expresidente de la Agencia de la Vivienda recuerda de los primeros días tras la tragedia dos hechos principales, "en lo que a mí me afectó". Cuando se dirigió al presidente de la Junta, Rodríguez Ibarra, para decirle que había que abrir inmediatamente oficinas para escuchar a los afectados, Ibarra le contestó que podía ser precipitado, "pero yo había sido alcalde de Navalmoral y sabía que lo más urgente es que la gente sintiese el calor de la Administración, que nos tocaran, que creyeran en nosotros para tranquilizarse y eso lo conseguimos". Se abrieron cuatro oficinas y funcionaron. Además, el exconsejero apunta como una decisión trascendental la que se adoptó a los pocos días de reconstruir los barrios, un trabajo "apasionante, desde el punto de vista profesional y político, del que aprendimos mucho".

Tras la tragedia, Corominas estuvo tres meses viviendo en Badajoz y luego el seguimiento de las obras fue semanal. El contacto directo con los afectados permitió conocer su situación. Cuenta que lo llamaban "el hombre de la Junta, sin titulillos". Siempre dijo y mantiene que Cerro de Reyes "era un barrio modesto, no marginal y con una estructura social muy fuerte", donde se daban casos de gente que aunque vivía sola tenía mucha relación con los vecinos, a cuyos hijos había cuidado y éstos a su vez, al crecer, ayudaban a los ancianos. Por eso se empeñaron en mantener estas relaciones en los nuevos barrios.