No hubo tambores ni trompetas en la noche cacereña de Martes Santo. Solo el sonido de las cadenas de los penitentes sobre la piedra, las horquillas de los cofrades, las saetas, las preguntas de algún niño, el balanceo de los incensarios... Las salidas de dos bellas imágenes del siglo XVII, Nuestro Padre Jesús del Perdón desde San Juan, y el Amparo desde su ermita en la Montaña, fueron llevando el silencio a plazas y callejuelas. Ambas cofradías prefieren procesionar con el mayor recogimiento, salvo unas matracas que mantiene unido el cortejo de los Ramos, y un timbal destemplado que marca la cadencia del paso en el Amparo.

La imagen de Jesús de Perdón cubrió por primera vez su nuevo itinerario, suprimiendo el paso por la plaza Mayor a su llegada al Arco de la Estrella, para seguir por las calles intramuros hacia Santa María y el Socorro, más recogidas, en consonancia con el sentido que la cofradía de los Ramos imprime a esta procesión. Ya en la sede de la Audiencia, los hermanos rezaron una oración y continuaron avanzando. No se liberó a un preso porque ninguno cumplía esta vez las condiciones.

Jesús del Perdón, talla rescatada de Granadilla cuando el pueblo quedó rodeado por el agua, cambió entonces su iconografía de nazareno por ecce-homo, y así procesiona por Cáceres desde 1996. Su prioste, José Manuel Martín Cisneros, engalanó el paso con claveles rojos y blancos, helechos, alpidistras, calas de los hortelanos del Marco y brezo de la Montaña. "Austero y muy cacereño", dijo, demostrando la maestría ornamental que han alcanzado las hermandades.

También ayer recorrieron los campos de la Montaña los hermanos del Amparo. No hay cofradía más sobria y más orgullosa de serlo. Al comenzar el día ya estaban recogiendo hiedra, escoba, romero y flores silvestres para cubrir las andas. Durante toda la jornada no faltaron manos en los preparativos, y el ánimo era más que evidente en la ermita. "Este año salimos, no hay riesgo de lluvia, no estamos acostumbrados", bromeó a mediodía el mayordomo, Juan Andrés Dorado Pavón, recordando que en los cuatro últimos años solo han podido procesionar en dos ocasiones.

A las once de la noche, al cierre de esta edición, la cofradía tenía todo listo para emprender uno de los itinerarios más duros de la Pasión cacereña: por la falda de la Montaña hacia Concejo, donde cada año le recibe la multitud. Luego Caleros, Santiago, Santa María, adarves y por fin San Mateo en plena madrugada, siempre en completo silencio. La imagen, un nazareno tallado en 1671 a partir de una pieza traída a Cáceres por el escribano Diego Durán de Figueroa, portó su nueva cruz más proporcionada pero rústica. No podía ser de otro modo...