Saúl y Verónica junto a sus dos hijos Marlon y Esteban, forman una familia normal. La única peculiaridad es que no nacieron en España. Son naturales de Quito (Ecuador) y llevan desde el 2000 en Cáceres. Ese mismo año emprendieron un viaje que se está repitiendo en gran número en los últimos años. Aquellas promesas que merodean por Latinoamérica de que Europa es un paraíso se desvanecen al poco tiempo de llegar. El trabajo no sobra, y más si no se tienen papeles.

Su día a día es como el de cualquier familia extremeña. Saúl trabaja en una pajarería y Verónica, que será madre de un extremeño a finales de verano, en cambio, lo hace en un bar. Han conseguido estos empleos estables después de ir dando tumbos de trabajo en trabajo. La estabilidad económica les ha ayudado a conseguir los suficientes ingresos para olvidarse de alquileres y comprarse una vivienda propia, donde podrán crecer Marlon y Esteban y su hermano extremeño que nacerá este verano. Los pequeños que cursan sus estudios en el colegio Prácticas están, al igual que sus padres, totalmente adaptados y son uno más a la hora de realizar cualquier actividad.

Sueldos prohibitivos

Los sueldos de países latinoamericanos son mínimos y no dan más que para sobrevivir. La grave crisis por la que pasan este tipo de países, por ejemplo Ecuador, país de origen de esta familia, afecta, y de qué manera, a los sueldos de los trabajadores. En Extremadura, la situación es muy diferente. "Los sueldos aquí son cinco veces mayores que los de Ecuador", señalan Saúl y Verónica. Esta es la principal causa del éxodo que sufren estas naciones.

El esfuerzo y la dedicación han sido su base para afrontar las dificultades que surgen cada vez que se deja una vida atrás y se emprende una aventura de este calibre hacia un país extranjero. La soledad de no conocer a nadie, la falta de dinero y la necesidad de sacar adelante a sus hijos fueron sus principales problemas a su llegada a España.

Las dificultades iniciales minan la moral del inmigrante, desvaneciéndose así todas las esperanzas que tenía a su llegada. Verónica y Saúl animan a estas personas, ya que ellos estuvieron en su misma situación, a no decaer en la lucha por una vida mejor. Saúl define Cáceres como "una ciudad tranquila y acogedora", donde le gusta vivir a él y a su familia. Esto empujó a Verónica y Saúl a escoger la capital cacereña en detrimento de grandes ciudades, donde la situación laboral es más difícil. Ser extranjero no les ha coartado a la hora de relacionarse con los cacereños. "La única diferencia es nuestro lugar de origen", recalcan Saúl y Verónica, que a su vez se muestran ilusionados con que su tercer hijo sea extremeño.