La lluvia registrada el pasado domingo en San Vicente de Alcántara se apunta como principal causa del corrimiento de tierra que provocó el descarrilamiento del tren hotel Lusitania, en su trayecto Lisboa-Madrid, y que mantuvo, hasta las 8 de la mañana, a 72 de los 73 pasajeros del convoy en el interior de sus vagones, quienes no sufrieron nada más que golpes de escasa consideración.

El siniestro se produjo sobre las 3.45 de la madrugada de ayer. El talgo pendular acababa de abandonar la estación de San Vicente de Alcántara y el maquinista se percató de la existencia de bolsas de agua en la vía por lo que optó por pasar con la máxima precaución (todo apunta a que su pericia evitó una catástrofe, según el Administrador de Infraestructuras Ferrroviarias, Adif). Sin embargo, a 1,5 kilómetros de la parada, en las cercanías de la finca Canito, y en el kilómetro 405,500 de la vía férrea San Vicente de Alcántara-Arroyo Malpartida, el agua acumulada arrastró la tierra y el balasto (capa de grava o de piedra machacada que se coloca para asentar y sujetar sobre ellas las traviesas del ferrocarril, y que contribuye a amortiguar la vibración del tren) dejando los raíles y las traviesas sin apenas sujección (desguarnecimiento de la vía). Por ello, cuando el convoy atravesó la zona, la máquina, el furgón generador de electricidad y los tres coches camas (uno de gran clase y dos de preferente) se salieron del carril, quedando la locomotora, el furgón , el primer y segundo vagón incrustados el barro y las piedras, y el tercero sobre las vías suspendidas en el aire.

SIN ESCENAS DE PANICO Pasado unos minutos, tras comunicar al 112 el accidente y trasladarse los servicios de emergencia, se comprobó que los pasajeros no sufrían ningún daño a excepción de una mujer de 60 años, a quien se le diagnosticó fractura cerrada de clavícula y fue trasladada al Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres, y una joven de 18 años con contractura dorsal, atendida por los servicios médicos del centro de salud de San Vicente de Alcántara ayer por la mañana.

Dada la hora y lo escarpado del terreno, el mando del operativo de emergencia optó por posponer la evacuación de los pasajeros para cuando amaneciera. Por ello, la operación comenzó sobre las 8.20 de la mañana en todoterrenos de la Guardia Civil y con la colaboración de 15 personas de Cruz Roja. Así, regresaron a la estación, desde donde viajaron a Cáceres en dos autocares fletados por Renfe, cuyo gabinete de comunicación insiste en aclarar que se tomó la decisión de retrasar el desalojo porque permanecer en el tren era menos peligrosos que mover a los viajeros en la oscuridad. "La evacuación ha sido costosa por lo difícil del terreno, pero siempre muy tranquila y controlada", apostilla Carlos Macías, coordinador autonómico de Cruz Roja.

De hecho, Eusebio, un bombero voluntario de San Vicente de Alcántara que participó en el rescate, indica que el responsable de la Guardia Civil "comentó que la gente estaba durmiendo y se encontraba tranquila, descansando, y que era peor alborotarla cuando estaba sosegada".

Efectivamente, a pesar de la aparatosidad del accidente, los viajeros de los 11 coches del tren mantuvieron la calma, no se vivieron escenas de pánico, ni ataques de nervios y unos decidieron continuar durmiendo y otros pasar la noche en el restaurante, según comenta uno de los trabajadores del convoy.

Incluso algunos pasajeros no llegaron a enterarse hasta el momento de la evacuación como fue el caso de Mariana, María y Rocío, tres jóvenes mejicanas de 19 y 18 años, que "íbamos en coche cama