El proyecto europeo corre el riesgo de morir de éxito por culpa de la falta de talla de sus actuales dirigentes políticos. En el momento en que la Unión Europea (UE) ha alcanzado un desarrollo político y económico sin precedentes y logrado materializar el viejo sueño de reunificar el continente dividido tras la segunda guerra, sus ciudadanos le han dado ostensiblemente la espalda por partida doble.

La participación en los comicios cayó al mínimo histórico del 44,5% en el conjunto de la UE, y los pocos ciudadanos que acudieron a votar apoyaron más que nunca a los partidos euroescépticos, soberanistas y extremistas, enemigos del proyecto político que representa la UE. La mayor participación electoral, a excepción de Malta, se produjo en aquellos países donde acudir a las urnas es obligatorio por ley (Bélgica, Luxemburgo, Chipre y Grecia).

Percepción negativa

La masiva abstención, que en algunos de los nuevos estados miembros del Este superó el 70%, tiene múltiples causas. La primera es el comportamiento de los dirigentes políticos nacionales, que utilizan sistemáticamente a la UE como excusa y justificación en la aplicación de medidas impopulares, mientras que los aspectos positivos de la pertenencia a la UE se silencian o se presentan como éxitos del Gobierno nacional.

Esto lleva a que los ciudadanos se alejen de la UE, que además se percibe siempre como algo negativo. Además, hay una tendencia a olvidar que la paz, la estabilidad y la prosperidad de que disfruta cada día Europa obedecen precisamente a la existencia de la UE. El presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, no dudó ayer en responsabilizar a "la falta de entusiasmo de los partidos tradicionales" del desencanto de los ciudadanos.

La complejidad del funcionamiento institucional de la UE y la falta de pedagogía de los partidos políticos provoca que los ciudadanos no sean conscientes de que las decisiones que adopta el Parlamento Europeo afectan a todos los aspectos de su vida cotidiana. "Los ciudadanos no comprenden el creciente poder legislativo del Parlamento Europeo", reconoció la ministra de Asuntos Exteriores de Estonia, Kristiina Ojuland.

Desinterés

La pérdida de confianza de los ciudadanos por su clase política, que en los países del Este alcanza el nivel de hastío, conduce a un desinterés por las convocatorias electorales. Los comicios europeos se utilizan, además, como el mecanismo ideal para efectuar votos de castigo a las mayorías gubernamentales. La escasa participación, el creciente descrédito de los partidos tradicionales y la percepción negativa de la UE han dado un fuerte impulso a los partidos euroescépticos y extremistas.

El Partido de la Independencia del Reino Unido, por ejemplo, obtuvo 12 escaños, mientras que el Partido de Autodefensa polaco logró 7 escaños y la ultraconservadora Liga de las Familias Católicas consiguió otros 10. En total, las fuerzas euroescépticas de los distintos grupos pueden sumar más de 70 diputados, mientras que la extrema derecha estricta ha quedado limitada a 13 diputados. No obstante, estas fuerzas antieuropeístas, pese a su avance, son una minoría en el conjunto del nuevo Europarlamento, que mantiene la antigua correlación de fuerzas: los populares son el primer grupo parlamentario, con 276 escaños, seguidos de socialistas (201), liberales (66), verdes (42) e izquierda europea (39).

La principal novedad que puede aportar la nueva legislatura es la creación de un grupo centrista alrededor de un núcleo liberal. El presidente del grupo liberal, el británico Graham Watson, quiere arrebatar al grupo popular pequeñas formaciones democristianas, descontentas por la excesiva impronta en el grupo de los euroescépticos británicos y de otros partidos atípicos, como Forza Italia de Berlusconi.