"Olía mal. Se presentaron unos hombres de blanco, con mascarillas, y fueron recogiendo los animales muertos y metiéndolos en camiones. Aquello duró varios días y luego desaparecieron". Lo que relata Manuel Pardo, que regenta junto a su mujer, Isabel Fernández, una administración de loterías en Valencia de Alcántara ocurrió en el mes de agosto del 2003, unos días después de que el fuego traspasara la frontera con Portugal y arrasara parte de la memoria colectiva de una comarca que, junto a Las Hurdes, sufrió uno de los peores incendios que se recuerdan en Extremadura.

El pasado verano el fuego se ensañó con la región, arrasando más de 30.000 hectáreas en diversos puntos, principalmente en la provincia cacereña. Un año después el campo sigue huérfano de vida, aunque empiezan a regenerarse los árboles autóctonos frente al luto que todavía viste el paisaje.

Muchos animales murieron o se marcharon. "Esto se ha notado principalmente en la caza, que antes dejaba bastante dinero. Pero ahora vienen pocos cazadores a Valencia de Alcántara porque no hay nada que cazar", sostiene Andrés Pérez, cuyo bar junto al ayuntamiento también se ha visto afectado, ya que era el encargado de preparar los fines de semana las migas que solían comer los cazadores. A Andrés también se le quemaron 60 hectáreas de cultivo.

Tanto en Valencia de Alcántara como en Las Hurdes la ganadería ha sido uno de los sectores más perjudicados, y no sólo porque algunos ganaderos perdieran parte de su cabaña, sino por las consecuencias posteriores. La quema del pasto ha originado importantes desembolsos en la compra de pienso para compensar la falta de alimento. Otros tuvieron peor suerte, el fuego se llevó a varios animales, indica Antonio, gerente de la finca La Morera, en la que también se perdieron más de 2.000 olivos.

"El fuego pasó rápido por los olivos pequeños, pero se detuvo en los centenarios, agarrándose al corazón. Era impresionante, los olivos estallaban como granadas". Antonio asegura que los árboles afectados no darán sus primeras aceitunas hasta dentro de siete u ocho años. El olivar también es otro de los puntales económicos de esta comarca.

El otro ganado

Tampoco ha quedado sitio para las abejas. El ganado de Las Hurdes se ha quedado sin comida. Anastasio Marcos es un apicultor de cuarta generación de Caminomorisco que ha crecido entre estos insectos y al que el incendio le obligó, como a la mayoría, a trasladar las 1.200 colmenas que tenía junto a su pueblo a lugares tan dispersos como Badajoz, Avila y Salamanca.

"Después de un año lo veo todo negro. Las repercusiones en el sector han sido muy negativas, la mayoría ha tenido que llevar las colmenas a otros sitios, incluso a 200 kilómetros de distancia, ya que las zonas tradicionales de apicultura más cercanas, en Salamanca y Andalucía, también resultaron afec-Pasa a la página siguiente