No hay duda. Son tal para cual. Letizia Ortiz --chaqueta cruda y pantalón negro-- forma con Felipe de Borbón --traje azul, camisa blanca--, una pareja que para sí quisiera cualquier Telediario. Letizia y Felipe tienen química, saben comunicar y dan bien en pantalla. La audiencia está asegurada.

Pero ayer, al caer la tarde, casi de noche, y a pesar de que en el jardín en el que se produjo su comparecencia había tres potentes focos, aquello no era un plató de televisión, sino la vida misma. Letizia Ortiz se estrenó como protagonista de la noticia ante la cámara. La prometida recurrió a su oficio para hablar con contundencia y modulación. Se había vestido como lo hubiera hecho para presentar un informativo sobre la boda del Príncipe. Pero la novia era ella.

La primera constatación es que el Príncipe sigue siendo altísimo. Letizia tendrá el tratamiento de Su Alteza una vez casada con el heredero. A Felipe y Letizia los separan 30 centímetros de alto y otros tantos de ancho, pero, evidentemente, es mucho más lo que los une.

La novia no dejó de mirar a su prometido durante los cuatro minutos que duró su estudiada declaración. Oír decir a un príncipe lo enamorado que está ya es un shock, pero que se lo digan a una debe de tener efectos telúricos. Claro que Letizia debe de estar acostumbrada.