Ayer en Madrid no fue un Primero de Mayo al uso, como los que tradicionalmente se celebran desde hace 25 años. No hubo mítines, ni tampoco familias con niños marchando por la calle de Alcalá, ni ambiente de fiesta, ni fanfarrias, ni los típicos lemas en los que se exige más y mejor empleo. Ayer, Sintel acaparó el protagonismo.

Los dos sindicatos sabían que no iba a ser un 1 de Mayo multitudinario, apenas unos miles de personas por fiesta del Dos de Mayo (día de la Comunidad de Madrid), aunque, como siempre, el dato oficial de las centrales fue de 100.000 asistentes.

El Día del Trabajo ha sido siempre una jornada para todo el colectivo laboral, respaldado por distintas organizaciones progresistas. Ayer, sin embargo, fue diferente. Parecía que sólo había un colectivo: el de Sintel.

Los líderes de CCOO y de UGT, José María Fidalgo y Cándido Méndez, tenían sendos discursos preparados para reivindicar que "aún no se han extinguido los ecos de la guerra en Irak, ni las imágenes de la catástrofe humanitaria, de la quiebra de las frágiles instituciones de la legalidad internacional, ni de la impotencia de la UE", como pretendía decir Fidalgo.

Iba a ser un 1 de Mayo contra la guerra y contra el Gobierno de José María Aznar que la ha apoyado. Por este motivo, la cabecera de la manifestación contaba con la presencia de el coordinador de IU, Gaspar LLamazares, del portavoz socialista, Jesús Caldera, del responsable de Economía del PSOE, Jordi Sevilla, y de la candidata socialista a la alcaldía de Madrid, Trinidad Jiménez, entre otros líderes de la izquierda.

Además de resaltar el saldo negativo de la intervención armada en Irak, la defensa del modelo social europeo era una parte importante de las reivindicaciones de Fidalgo, lo mismo que una llamada de atención a Aznar para que conduzca de otra forma su política.

Pero nada de todo esto se dijo. Los dos líderes sabían que podía pasar algo, aunque nadie sospechaba que iban a herir a Fidalgo. Ambos sindicatos daban por cantado que podía "haber sangre", porque los extrabajadores de Sintel no iban a recorrer cientos de kilómetros hasta Madrid para limitarse simplemente a protestar.