Todo ocurrió en plena dehesa de Los Baldíos, en la finca Marialajara, una explotación extensiva de ganado vacuno a la que se accede desde la carretera Ex-110, que une Alburquerque con San Vicente de Alcántara. Dos albañiles perdieron ayer la vida sepultados bajo uno de los muros de la fosa séptica para purines que estaban construyendo. Daniel Mayo Plata, de 40 años, y Gregorio Gemio Ruiz, de 52, trabajaban para la empresa Construcciones Dumat. Sus cuerpos inertes fueron encontrados sobre las diez de la mañana por el guarda de la finca pero ni los bomberos ni los servicios sanitarios que llegaron al lugar hacia las 10.30 horas, pudieron hacer nada por ellos. Ambos cuerpos fueron trasladados al Instituto Anatómico Forense de Badajoz, para practicarles la autopsia.

La finca está a 5 kilómetros de Alburquerque. Como cualquier otro día laboral Daniel Mayo y Gregorio Gemio llegaron a su trabajo sobre las siete de la mañana. De lo que ocurrió después y a qué hora exactamente no hay testigos. Un herrero de Alburquerque se acercó a la finca a llevar material para la obra, pero no vio a nadie ni nada le hizo sospechar. Fue posteriormente cuando el guarda se percató de que estaban sepultados.

Según aseguró ayer el sindicato CCOO a través de un comunicado, la muerte les sobrevino cuando se les cayó encima un muro viejo de tierra sobre el que estaban construyendo uno nuevo con el consiguiente aumento de peso. Tras lo ocurrido, en el lugar del suceso nada parecía indicar la magnitud de la tragedia. La fosa estaba prácticamente construida, con las cuatro paredes levantadas con bloques de hormigón, con poco más de dos metros de altura. Junto a los bloques que se habían desprendido había un montón de tierra.

El alcalde alburquerqueño, Angel Vadillo, se acercó al lugar de los hechos y manifestó su pesar por lo ocurrido a estos dos vecinos de Alburquerque, ambos muy conocidos en la localidad, donde han vivido siempre. Los dos albañiles estaban solos trabajando y, según Vadillo, "no era una obra en principio complicada para que ocurriera este desastre, pero ha ocurrido así". Las investigaciones de los peritos judiciales quizá puedan aportar luz a lo sucedido.

De los fallecidos destacó que eran "dos personas maravillosas, ellos y sus familias". Dani y Goyo, como les llamaban sus conocidos, estaban casados y tenían dos hijos cada uno, los de Daniel de muy corta edad. Gregorio vivía con su familia en la calle Duque, en una casa junto a las de sus hermanas, casi a las afueras de Alburquerque. Daniel, en la calle San Albín, al otro lado del pueblo.Gregorio era muy conocido en su pueblo porque había participado muy activamente en las representaciones teatrales del Festival Medieval y, según destacaba el alcalde, en todas las actividades de la Casa de la Cultura "él siempre estaba presente".

Daniel fue durante muchos años camarero de Tegamar , un céntrico y frecuentado bar que cambió de propietario y de denominación. La que fuera su dueña, Gabina Sanz, recordaba ayer que empezó a trabajar allí con 16 años y se fue con más de treinta. "Era un muchacho superbueno", señaló, con lágrimas en los ojos. "Estoy muy disgustada porque ha trabajado siempre conmigo y le tenía muchísimo aprecio, era un chico buenísimo".

El destino había unido a Daniel Mayo y Gregorio Gemio como compañeros de trabajo. Un destino común que terminó ayer en una tragedia inesperada. En los bares, en las tiendas, en las esquinas de su pueblo no se hablaba de otro asunto.

"Ha sido un palo para Alburquerque", se lamentaba el alcalde. "Es lo peor que puede pasar, que dos trabajadores por el hecho de sacar a sus familias adelante se puedan encontrar con esto", comentaba Vadillo. "Todas las muertes son malas, pero morir en el trabajo es más trágico", manifestó.