La dimisión de Felipe Vela y su alejamiento de la disciplina del grupo municipal popular en Cáceres, si es que alguna vez estuvo en ella, plantea muchos interrogantes que no sabemos cómo se irán despejando a lo largo de los dos años de legislatura que quedan. Lo que sí es seguro es que él no se prestará a una moción de censura que acabe con el reinado de Saponi y el PSOE tampoco dará un paso en esa dirección salvo imprevistos catastróficos.

Pero, si se es hábil, hay muchas maneras de censurar y hacer difícil la gobernabilidad. De momento ya ha anunciado su voto negativo al plan de urbanismo. Esta postura obligará a abrir puertas. Si el plan era una competencia exclusiva de Andrés Nevado, llevado con oscurantismo, según el propio Vela, e incluso en contradicción con las críticas del portavoz del gobierno local hacia a los especuladores, ahora será necesario pactarlo con el concejal dimitido en primer lugar y con el resto de los grupos en segundo.

No menos problemas se plantearán con la elaboración de los presupuestos porque el auditor querrá hacer valer su voto para demostrar que sus razones continúan vigentes, que el gasto es injustificado, que los impuestos deben subir y que la situación económica del ayuntamiento es peor de lo que hasta ahora había dicho.

Esta situación no ha cogido por sorpresa a nadie y por ello resulta incomprensible que los mandamases del PP local y provincial no hayan sido capaces de reconducirla.

Es posible que hayan perdido un buen candidato a alcalde y no obstante alguno se estará frotando las manos aunque en el tiempo que queda de legislatura quizás encontrará obstáculos que no esperaba. Porque la venganza se sirve fría.

Pero lo peor vendrá al abrirse las urnas pues si hay algo que no perdona el votante es la división en los partidos.