Eran las diez y media de la mañana y la Asamblea el escenario. Sin embargo, el lenguaje de los contendientes trasladó a los espectadores en el espacio y en el tiempo. Cinco de la tarde, coso de las Ventas.

Y es que la sesión estuvo dominada por la jerga taurina. Primero dio Ibarra, que cual morlaco salió embistiendo por la puerta de toriles y se autocalificó como un "toro probado" en seis ocasiones. En ese periodo, dijo, algunos "han sido devueltos al corral" y otros "no han sido probados". En su primero de la tarde también señaló que él sigue trabajando por Extremadura mientras otros se venden "por un plato de lentejas" en forma de escaño en el Senado o como Defensor del Paciente, en referencia a Carlos Floriano y Juan Ignacio Barrero.

Pero Carlos Floriano no eludió el envite y apostó por las banderillas. Primero le recriminó por "improcedente" la alusión a Barrero y le reconoció su valía como toro probado, porque así se define "al que embiste al bulto, a la gente, el que engaña".

Ibarra salió al ruedo en su segundo de la tarde e insistió en que "a los toros probados que son nobles se les trata de dulce, y a los que no valen se les da la puntilla".

Pero ese uso del lenguaje no fue la única anécdota de la faena. El presidente del festejo, Federico Suárez, trató de comunicarse con el diputado del PP Pedro del Pino y tras dos intentos preguntó: "¿Cómo se llama ese señor?"1. Y, por supuesto, no faltó una alusión a Maragall, que según Ibarra en estos últimos meses "ha dicho bla, bla, bla".

Al final hubo aplausos pero no trofeo, porque los diestros no se arrimaron al toro.