Una auténtica rebelión democrática se extendió ayer por todo Estados Unidos, con los votantes acudiendo en masa a las urnas en lo que el alcalde de Miami-Dade, Alex Penelas, anticipó que supondrá una participación electoral "histórica".

Las colas ante los colegios no tenían precedentes en muchos estados, incluso en la poderosa California, que ha quedado olvidada en esta campaña porque su resultado se da por seguro en el campo del aspirante demócrata, John Kerry. Pero donde la afluencia batía todos los récords era en los estados bisagra donde se decidirá el ganador, empezando por el de Florida, en el que las autoridades electorales preveían que la tasa de participación alcanzará el 80% de los votantes registrados, que este año son 1,5 millones más que en el 2000, cuando el hoy presidente, George Bush, superó a Al Gore por 537 votos.

Este fenómeno --que puede incluso superar el índice de concurrencia a las urnas de 1968, durante la guerra del Vietnam-- se debe a la revuelta de los electores frente a la política intransigente y extremista de Bush, que ha dividido al país y movilizado a los demócratas, opuestos a su integrismo y a la guerra de Irak.

LLAMADAS MALINTENCIONADAS Aunque la responsable de la supervisión de las elecciones en Miami-Dade, Constance Kaplan, aseguró que "todos los votos serán contados y Florida no volverá a ser el hazmerreír del país", lo cierto es que sí se produjeron incidentes en los colegios del estado. Especialmente en West Palm Beach --escenario del caos de hace cuatro años que acabó ante el Tribunal Supremo--, donde los electores negros demócratas denunciaron haber recibido llamadas dirigiéndoles hacia mesas erróneas o anunciándoles que su registro electoral había sido anulado.

"Nuestras líneas telefónicas de asistencia están saturadas", reconoció la supervisora electoral del condado de Palm Beach, Theresa LePore, autora de las papeletas mariposa que confundieron a los votantes en el 2000, cuando los resultados no se supieron hasta 36 días después de la votación. LePore sigue en su cargo hasta fin de año, pese a que en agosto no logró ser reelegida en el puesto, y cuando se le preguntó cuánto tiempo se tardará esta vez en anunciar un ganador, replicó cortante: "Eso se lo preguntan a los juristas y los abogados".

LePore volvió a ser protagonista porque prohibió a los periodistas dirigirse a los que hacen cola ante las urnas y el reportero James Harry fue detenido por la policía cuando hacía fotos ante un colegio de Palm Beach.

En todo EEUU, ejércitos de miles de letrados de uno y otro partidos --así como de organizaciones independientes-- vigilaban los comicios y presentaron decenas de demandas en los estados bisagra más importantes (Florida, Ohio y Pensilvania). Pleitos que podrían volver a bloquear la proclamación del vencedor si en alguno de esos estados el empate es tan cerrado como lo fue en las anteriores elecciones.

INTIMIDACION A LOS SIOUX En Ohio, los republicanos desplegaron a miles de militantes encargados de interrogar a los votantes de minorías que les parecieran sospechosos de estar fraudulentamente registrados como electores. Los métodos intimidatorios del partido de Bush se hicieron sentir en todo el país. En Dakota del Sur, el magistrado Lawrence Piersol tuvo que dictaminar que los observadores republicanos no podían anotar las matrículas ni seguir a los indios Sioux --partidarios del senador demócrata Tom Daschle-- cuando acudían a las urnas.

El movimiento demócrata Protección del Voto movilizó a decenas de miles de voluntarios que acudieron a los estados bisagra procedentes de todo el país, equipados con cámaras de vídeo y grabadoras, para impedir la intimidación de los votantes.

En cualquier caso, la avalancha tenía todo el aspecto de beneficiar a Kerry. En Florida, el 12% votaba por primera vez, en su mayoría hispanos no cubanos que apoyan a los demócratas.