La caza se ha acabado. El Ejército de EEUU capturó el sábado "como una rata" --en palabras de un alto oficial estadounidense-- a Sadam Husein, que estaba en un zulo cerca de Tikrit.

"Señoras y señores, lo tenemos", anunció ayer triunfalmente Paul Bremer, administrador de EEUU en Irak, ante unos periodistas que no dudaron en aplaudir y que, en el caso de algunos reporteros iraquís, no pudieron evitar romper a llorar.

El as de picas de la baraja de los hombres más buscados por EEUU en Irak, el dictador que masacró a su pueblo, el megalómano amante del lujo sin límite que se convirtió en un héroe para la calle árabe por plantar cara a la superpotencia estadounidense, acabó su fuga de ocho meses escondido bajo tierra entre hojas y barro y con el aspecto de un vagabundo de Manhattan.

Las pruebas de ADN que médicos militares han efectuado a Sadam no dejan lugar a dudas sobre su identidad, por lo que EEUU lució ayer con orgullo la presa que tanto necesitaba mostrar George Bush. Hechas las comprobaciones Bremer dijo en Bagdad: "Este es un gran día para la historia de Irak. Los iraquís han sufrido mucho durante décadas, y esta época ha finalizado para siempre".

JUBILO EN LA CALLE La histórica noticia llenó de júbilo las calles de Irak, especialmente entre los kurdos --que participaron activamente en la búsqueda de Sadam en la zona de Tikrit-- y los shiís, dos de las comunidades más duramente reprimidas durante la cruel dictadura del líder del partido Baaz.

Como prueba de la captura, el teniente general Ricardo Sanchez, comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak, mostró un vídeo en el que se ve a un Sadam con una larga barba, demacrado y desorientado, pasando una revisión médica que incluía la extracción de saliva para la prueba de ADN.

Según los militares, Sadam, de 66 años, está en buen estado de salud y ha colaborado. Tan colaborador que el dictador que había cultivado una imagen de hombre indómito y orgulloso que prefería la muerte a ser capturado con vida no utilizó la pistola que tenía consigo cuando los soldados lo encontraron escondido en su zulo, un agujero de entre 1,80 y 2,10 metros de profundidad.

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