Fue en el año 1986 cuando Feliciano Pizarro y María del Pilar González hicieron las maletas y se fueron rumbo a Suiza.

Su destino no era ni mucho menos vacacional, ni tampoco se trataba de un viaje de negocios. La situación económica que atravesaban las zonas rurales de Extremadura obligó a los protagonistas de esta historia, como ocurriera de forma masiva con otros tantos extremeños en la década de los años sesenta, a emigrar en busca de un sueldo digno y una mayor calidad de vida.

Feliciano, maestro albañil, nació hace 46 años en Santibáñez el Alto, un municipio de Sierra de Gata que hoy en día cuenta con poco más de 500 habitantes censados. El futuro de los jóvenes del pueblo pasaba por vivir del campo o trabajar en las grandes ciudades en el sector de la construcción. "La única salida laboral que había en las zonas rurales era vivir del campo, ser agricultor o ganadero. Yo era maestro albañil y el trabajo en la comarca era escaso, algo que también ocurre hoy en día".

Feliciano no lo dudó. Tomó el tren del progreso pero no con rumbo a Madrid, Barcelona o Bilbao. "Ya que había que salir de casa, preferí irme a Berna (Suiza) porque allí las condiciones laborales y económicas eran aún mejores que en España", añadió.

En Suiza pronto encontró un empleo. Trabajó en una compañía de mantenimiento de ferrocarriles y también de encargado de una empresa de limpieza. Su mujer, María del Pilar, consiguió un empleo en un hotel que le permitió estudiar auxiliar de enfermería y mejorar su situación laboral trabajando en un hospital.

Durante 13 años estuvieron en el país de los relojes y del chocolate. Allí nacieron sus dos hijos: Jonathan, que tiene diez años, y Christian, de seis. Para ellos la emigración, lejos de ser algo traumático, fue una experiencia que mereció la pena, especialmente desde el punto de vista económico. "Con el tiempo consigues integrarte, adaptarte y aprender el idioma, aunque mucho mejor con el italiano, que con el suizo", bromean.

En el tiempo que estuvieron en Suiza, sólo volvían al pueblo en las fiestas de Navidad y una semana en verano para disfrutar de las costas españolas. Regresaron a Extremadura en julio del año 1999 y lo hicieron por sus hijos. "Sabíamos que una vez que los niños comenzaran el colegio, el regreso a España iba a ser más difícil", explica María del Pilar.

Ellos no encontraron ningún tipo de ayuda de la Administración regional para volver, pero con el dinero ahorrado durante el tiempo que trabajaron en Suiza, pudieron montar un pub en la zona de ocio de la localidad de Moraleja.

Después de seis años en Extremadura, Feliciano y María del Pilar aún echan de menos algunas cosas de Suiza. "La lentitud burocrática sigue siendo horrible en España. Allí es imposible ir a una oficina y que el responsable esté tomando café", señala Feliciano. Sin embargo, María del Pilar lo que más añora son las "grandes" comunicaciones y conexiones que hay entre las zonas rurales y las ciudades de Suiza. Para los dos, Extremadura todavía tiene deberes que hacer y materia en la que avanzar. "Hacen falta más infraestructuras, mejores carreteras, más empleo estable y más inversiones en el ámbito del turismo rural. Es una pena que los jóvenes de la zona sigan de lunes a viernes trabajando en la construcción en Madrid y sólo vuelvan a casa los fines de semana".

Feliciano y María del Pilar tienen una asignatura pendiente: volver a Berna con sus dos hijos. "Nos haría muchísima ilusión regresar al lugar en el que, por circunstancias de la vida, ellos nacieron".