Las mujeres españolas, a pesar de ciertas desigualdades que todavía favorecen al sector masculino pero que progresivamente van desapareciendo, llevan mucho tiempo luchando por conquistar el lugar que les pertenece dentro del escenario laboral de España. Muchos datos demuestran que el potencial de las féminas, un valor en alza, las está conduciendo con firmeza hacia la ansiada paridad, proceso en el cual Extremadura no está siendo una excepción.

Así lo demuestra que, de los 387.000 ocupados que la región registraba durante el segundo trimestre del 2005, 138.000 --el 35,6%-- son mujeres, según los datos de la última encuesta de población activa del Instituto Nacional de Estadística (INE). Esta progresión positiva no sólo se manifiesta en el aumento del número de trabajadoras, sino que cada vez son más las mujeres que deciden crear y gestionar ellas solas su propio negocio.

Recientemente, la Asociación de Autónomos de Extremadura notificaba que en sólo seis meses, desde enero hasta junio de este año, 198 extremeñas habían fundado su propia empresa con ayuda del Gabinete Técnico de esta organización. A éstas se unen probablemente muchas otras emprendedoras que pueden haber efectuado los trámites por su cuenta.

Iniciativa empresarial

Este fue el caso de Ana Isabel Ovejero, que a los 27 años decidió pasar a formar parte de la población activa, supliendo la falta de práctica --hasta entonces sólo había ejercido como ama de casa-- con ilusión y ganas de sobra. "Me aburría mucho y ésta me pareció una buena forma de contribuir a sacar a mi familia adelante", --recuerda-- por lo se interesó por un anuncio del periódico en el que se ofrecía el traspaso de una librería en Cáceres. Cuatro años después, con mucha más soltura pero las mismas ganas e ilusión, no se arrepiente en absoluto de haber dado este paso, pese a haberse visto obligada a renunciar a algunas cosas, especialmente a disfrutar más de sus hijos, por falta de tiempo.

En cuanto a su experiencia como mujer empresaria, Ana Isabel asegura no haberse sentido discriminada, algo que, en cambio, sí le ha ocurrido a Sonia Martín, que desempeña su trabajo --dirige junto a su madre una pequeña fábrica artesanal de embutidos en San Vicente de Alcántara-- en un mundo en el que tradicionalmente ciertas labores, como la compraventa de animales, han estado reservadas a los hombres.

Sonia cuenta que tanto ella como su madre, al mando del negocio familiar desde que una enfermedad apartara a su padre en 1990, se han tenido que enfrentar en más de una ocasión a individuos que no estaban dispuestos a hacer tratos con mujeres, "como si fuésemos tontas", asegura. "Sobre todo al principio, cuando tuvimos muchos problemas para encontrar distribuidores y estuvimos a punto de tener que abandonar".

Sin embargo, su capacidad de superación se ha visto recompensada "ahora que las cosas ya van mejor" --explica Sonia--. Si bien reconoce que han llorado mucho, les encanta este negocio y eso siempre les ha impulsado a seguir adelante.

Frente al reto diario que plantea ser mujer y autónoma, Sonia afirma que "en los dos últimos años, más o menos, se está apoyando más a las mujeres, al menos a mí me mandan folletos sobre ferias, orientación laboral y cosas así", iniciativas que considera positivas, aunque para ella lleguen un poco tarde, "cuando el negocio ya está en marcha".

En cambio, Ana Isabel, desde su librería cacereña, echa en falta un poco más de información sobre las ayudas públicas porque, según explica, recibió una subvención al abrir el negocio pero después no ha solicitado ninguna más y "la verdad es que ni siquiera sé si las hay", añade.

En lo que desde luego ambas coinciden es en reconocerse como sus peores jefes, especialmente por los horarios que se autoimponen y que siempre se alargan más de la cuenta.