Este año no ha habido que esperar a Navidad para ver aumentos espectaculares en los precios de los alimentos. Y lo que es peor, tampoco han sido las angulas o los langostinos los que se han disparado. El bolsillo de los consumidores españoles lleva meses resintiéndose de las continuas subidas de precios en componentes básicos de la cesta de la compra como la leche y el pan. En el último año, estos productos han registrado en la región subidas de un 26,9% y un 16,6%, respectivamente. De esta forma, el gasto de una familia media de cuatro miembros en estos dos alimentos ha pasado de los 55,5 euros contabilizados en septiembre del 2006 a los 66,8 euros del mes pasado, según cálculos realizados a partir de los datos de consumo alimentario en hogares del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Otro clásico de la cesta de la compra, la carne de pollo, cuesta ahora un 11,4% más que hace doce meses, lo que representa otro euro y medio más al mes por cada unidad familiar. Y la carne de vacuno ha crecido casi en el mismo porcentaje: otros 2,3 euros. Y aún se podría seguir.

Mayor repercusión

En Extremadura se da, además, el factor añadido de que se trata de productos que tienen un mayor impacto en las economías domésticas que en otras regiones: carne, pan y productos lácteos se llevan la mitad de los 1.200 euros que cada extremeño se gasta anualmente en alimentación. En el resto de España, estas mismas tres partidas se quedan en el 40% del consumo per cápita (1.355 euros).

Pero si los consumidores pagan más y los productores reciben, con suerte, lo mismo, ¿en qué parte de la cadena se queda el beneficio?. Esta misma semana se ha publicado el último estudio sobre la evolución de los precios de los alimentos que elabora el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Y en él se rompe una lanza por las tiendas de alimentación y los supermercados, exculpándoles de ser los causantes de este proceso inflacionista. Durante su presentación, el director general de Política Comercial de este ministerio, Ignacio Cruz Roche, aseguró que la distribución comercial se está limitando a trasladar de manera homogénea las elevaciones de precios registradas en el proceso de fabricación, informa Europa Press.

En este sentido, precisó que los márgenes comerciales brutos de estas empresas en alimentación no superan el 18% o el 20% y que, tras el pago de salarios y de local, entre otros gastos, la tasa de rentabilidad sobre las ventas oscila del 0% al 4%, dependiendo de lo bien gestionadas que estén las empresas.

Exonerados productores y comercializadores ya solo quedan los fabricantes. Y en ellos ha fijado su punto de mira la Comisión Nacional de la Competencia (CNC), que hace varias semanas realizó inspecciones en diferentes empresas y asociaciones del sector alimentario para determinar si esta tendencia alcista se corresponde con prácticas anticompetitivas.

En el caso del pan, la organización de consumidores Ceaccu denunció ante la CNC a la Confederación Española de Organizaciones de Panadería (Ceopan), que engloba a un 78% de los industriales panaderos españoles, por el que consideran un desmedido aumento de este producto.

Según Ceaccu, con apenas dos meses de intervalo --entre las últimas semanas de agosto y octubre--, el precio del pan se llegó a disparar hasta un 40% en algunas provincias españolas. Una de las analizadas fue Cáceres, donde la barra de pan pasó de ochenta céntimos a un euro. Este colectivo aporta otro dato más: el coste de los cereales, principal argumento que se ha ofrecido para justificar las subidas del pan, tiene un impacto solo del 10% sobre su precio final. Es decir, en el caso cacereño, el valor de los cereales tendría que haberse incrementado un 200% para justificar la subida.

En cuanto a la leche, otra organización de consumidores, la Federación de Consumidores en Acción (Facua), detectó en octubre una subida media del 12,7% en su precio, situado ya en un promedio de 0,82 euros por litro. Pero si hablamos de las marcas líderes, llegan a costar hasta 1,05 euros. Más que el gasóleo.