Para los remolacheros adscritos a la cooperativa vallisoletana Acor --que cuenta con algo más de 9.000 socios--, la reforma de la OCM del azúcar de hace algo más de dos años supuso un importante varapalo, que hizo pensar a muchos que el abandono de tierras era el único horizonte posible.

Sin embargo, según explicó en las jornadas de Acorex el responsable del servicio de estudios económicos y vocal de la cooperativa castellana, Javier Narváez, los socios hicieron de la necesidad virtud y se propusieron buscar una salida.

Lo primero que se pensó fue en reorientar el cultivo de remolacha hacia la producción de bioetanol "pero no nos salían las cuentas". Por ello, "nos pusimos a echar números y dimos con otra posibilidad: reconvertir los cultivos hacia la colza con destino a la fabricación de biodiesel". Además, esta cooperativa decidió dar un paso más como fue la puesta en marcha de su propia planta de producción de biocarburante, ya en construcción en la localidad de Olmedo y que comenzará a funcionar en enero del próximo año.

Aquí llegó la fase más compleja. Se dimensionó la planta para producir a través de cultivos propios 66.000 toneladas de biodiesel por año, lo que supone sembrar alrededor de 100.000 hectáreas de colza, cuyo rendimiento medio se estima en 1,7 toneladas de semillas por hectárea.

Esta apuesta suponía una inversión de 55 millones de euros. A través de incentivos regionales, Acor logró una subvención a fondo perdido del 30% de la inversión. "Quedaba otro 70% --unos 38,5 millones--, de los que en torno a 17 millones se financiarían con un crédito y los 22 millones restantes con fondos propios", explica Narváez.

Estos 22 millones que deberían financiar los cooperativistas podrían parecer un obstáculo insalvable, pero el consejo rector de Acor presentó un estudio económico a los socios que despejó el camino. Como ejemplo, apuntó que un cooperativista que quisiera cinco participaciones en el proyecto debería aportar 3.000 euros, que le darían derecho a entregar cada año 25 toneladas de semillas a la planta.

"De este dinero, pagaría 1.800 euros y los 1.200 restantes los daría en especie, es decir, restándole del precio de compra una peseta por kilo de semillas que entregase", manifestó el vocal de Acor, y añadió: "En todo caso, como la Unión Europea da 45 euros por hectárea de cultivos energéticos, al año este socio recibiría 1.400 euros de ayuda, con lo que en poco más de dos años habría amortizado su aportación".

El estudio fue presentado a los agricultores de la cooperativa con el objetivo puesto en involucrar en el proyecto a unas 4.000 explotaciones.

Este representante de la cooperativa castellana indicó que, además, la intención es vincular lo que se pague al agricultor por las semillas, siquiera parcialmente, a la evolución del precio del biodiesel en el mercado, "con lo que estaría ligado a un mercado al alza".

Según manifestó Narváez, en este momento el agricultor tendría un beneficio de 215 euros por tonelada de colza, a lo que habría que sumar la ayuda por hectárea de la Unión Europea, "y eso significa, por ejemplo, duplicar el beneficio que se obtiene por la cebada".

En todo caso, el directivo de Acor aconsejó a los agricultores o cooperativas que estén planteándose esta alternativa que no demoren mucho la decisión, "porque la UE ha marcado un límite de dos millones de hectáreas en toda Europa para la concesión de las ayudas, y ahora ya hay acogidas a la subvención 1,3 millones, de las que 223.000 están en España". Por ello, afirmó que España "debe coger ahora que aún no está nacionalizado la mayor parte posible de este cupo para estar en posición favorable cuando la UE decida dividir las hectáreas con opción a ayuda entre los estados". Además, indicó que ya se está planteando que la actual subvención de 45 euros por hectárea suba a medio plazo hasta los 80 0 90 euros, "con lo que los beneficios serían aún mayores".