En el sótano de una iglesia cacereña, la de la Virgen de Guadalupe, celebraban sus primeras reuniones los miembros de la Asociación Unificada de la Guardia Civil en la provincia de Cáceres. Eso, a partir de 1995, cuando una sentencia del Tribunal Supremo concedió a este tipo de organizaciones permiso para asociarse con fines "socioculturales". Aquellos encuentros semi-clandestinos suponían, no obstante, un gran paso en la lucha por sus derechos iniciada por los sindicatos --ilegales-- que poco a poco se iban creando en las filas del Instituto Armado.

Pero el paso más largo se dio con la aprobación, tras muchos años de reivindicaciones, de la Ley Reguladora de los Derechos y Deberes de los Miembros de la Guardia Civil, el pasado 22 de octubre. Y el paso siguiente, el que toca ahora, es la convocatoria de las elecciones al Consejo de la Guardia Civil, que representará a los agentes en sus negociaciones con el Gobierno y en el que, por primera vez con voz y voto --ahora existe un órgano, pero solo con carácter orientativo--, los agentes tendrán representantes elegidos por ellos mismos. Ese es el que esperan ahora, con ilusión y alguna reticencia por el retraso (el proceso electoral ya debería estar en marcha), Antonio Blanco, José Ramón Olgado y Antonio Polo, delegado en Extremadura y miembros de la AUGC, respectivamente.

"Ya era hora de que nos modernizáramos un poco. La Guardia Civil éramos lo más rancio del mundo", considera Blanco. Y lo dice con conocimiento de causa; el que le da haber sido arrestado por salir de su demarcación sin permiso de sus superiores, pese a hacerlo en su tiempo libre. "No teníamos ni el derecho a la libre circulación que la Constitución otorga a todos los españoles. Y estoy hablando del año 2002, o sea, hace prácticamente nada", detalla.

"Y otro compañero tuvo un problema similar al año siguiente, no eran casos raros", apunta Olgado. Precisamente él, una vez que fue trasladado desde Cataluña en 1995, se unió a la AUGC Extremadura, que entonces solo tenía presencia en Badajoz, y empezó a concienciar a sus compañeros de la provincia de Cáceres de la importancia de unirse. "Me llamaban el sindicalista pero ni siquiera podíamos poner carteles informativos, teníamos que valernos solo del boca a boca".

Tricornios en transición

Tras tantos años esperando, ahora valoran con mucha ilusión el cambio experimentado en los últimos tiempos: "De las reuniones en la semi-clandestinidad de la iglesia a poder hablar en los medios de comunicación, como ahora, el cambio es espectacular", asegura Blanco. De hecho, los agentes del Instituto Armado tienen la sensación de que, en cierta medida, están viviendo un proceso de democratización similar, en cierta medida, a la Transición Española.

Pero nadie dijo que fuera fácil. Y el retraso en la convocatoria de las elecciones al Consejo tiene cierto sabor amargo: "El plazo de nueve meses marcado por la ley ya ha pasado", indica Polo, cuya esperanza, como la de sus compañeros, pasa por que "el nuevo órgano que se cree, a diferencia del que aprobó el Gobierno del PP --que en la práctica no servía para nada--, sea como el de la Policía Nacional, donde los agentes realmente intervienen en la toma de decisiones".

Entretanto, ellos ya están dispuestos a comenzar la precampaña. "Vamos a repartir carteles y pegatinas sin pedir el voto, pero dando a conocer el proceso que se avecina", anuncia Blanco. También han sumado su apoyo a la Policía Nacional, que ha convocado una manifestación el 18 de octubre en Madrid, convocada por los sindicatos en protesta por la falta de acuerdo en el proceso de negociación de su ley de régimen disciplinario.

También hacen las primeras quinielas sobre los resultados de los próximos comicios. "En las primeras elecciones al anterior consejo, el asesor, Badajoz y Cáceres fueron la segunda y tercera provincia española con más participación, respectivamente", recuerdan si bien añaden que "eso sí, en las siguientes --una vez que se vio que era un engaño-- la participación cayó, a nivel nacional, del 25 al 0,9%". Ahora, esperan que los agentes se impliquen en este proceso que tachan de "histórico". Para no esconder nunca más sus reivindicaciones.