"Aquí viene gente desde 19 hasta 70 años. La crisis no conoce edades", asegura Isaías Serrano, de Sonakay. Eduardo Gómez, gerente de Quilatia, también considera que no se puede dar un perfil determinado del cliente que acude a las tiendas de compraventa de oro. "Llega todo tipo de gente, de clase baja y alta y de todas las edades". De la misma manera, ambos coinciden en que tampoco existe un arquetipo de las piezas que se venden, que van desde joyas de herencias hasta "cositas" de la comunión, pasando por alianzas de matrimonio.

Apenas algo más de una hora frente a uno de los establecimiento ubicados en Cáceres basta para comprobar que existe esta variedad de clientela. En este intervalo de tiempo entran en él una estudiante, un jubilado, una pareja junto a un niño y un obrero todavía con el mono de trabajo puesto. La estudiante es Beatriz Ojalvo. Es la primera vez que acude a un establecimiento de compraventa de oro y trae una "plaquita de oro" que ya no quiere pero que le valdrá "para sacarme unas perras y así ahorro", dice. "Me dieron el otro día un papelito diciendo que se compraba oro y dije, si yo tengo una medalla...", añade. Es el tercer establecimiento en el que pide precio y aún tiene pensado ir al menos a otro más. De los tres lugares en los que ya le han tasado la pieza, en dos de ellos le ofrecían la misma cantidad, 18,30 euros, y en el restante la cifra era algo menor, 17 euros.

Emilio Herrero ha traído una pulsera antigua" por la que le han ofrecido unos 200 euros. Este jubilado considera que el oro se paga "regular" en estos establecimientos, pero aun así cree que es donde "mejor" precio se puede obtener. La razón de la venta: "Me viene bien el dinero".

Para Carolina Macías esta es la segunda ocasión en que trae piezas de oro para vender. "Son cosas que tenemos, no nos valen para nada: medallas, cadenas rotas o sellos de oro rotos. Nos sirven para sacar algo de dinero", indica.