En febrero del 2007, coincidiendo con los preparativos del 50º aniversario del Tratado de Roma que puso la piedra fundacional de lo que hoy conocemos como Unión Europea (UE), el eurodiputado conservador francés Alain Lamassoure publicó un provocador artículo que, bajo el título ¿Y si no hubiéramos tenido el Tratado de Roma? , describía en clave de política-ficción lo que habría sido de los países europeos de no haber existido el proyecto comunitario. En su ucronía --género que se caracteriza por especular en torno a cómo serían las cosas si la historia hubiera sido diferente-- sobre una Europa sin instituciones comunitarias, Lamassoure conjeturó para España un panorama bastante desdichado. "Como los países de América Latina --escribió--, España y Portugal siguen un camino lleno de obstáculos hacia la modernidad y la democracia. Los regímenes autoritarios suceden a los gobiernos parlamentarios débiles, condenados a la impopularidad por el cumplimiento de los fines económicos que impone periódicamente el Fondo Monetario Internacional". Pintan bastos, vaya.

DIAGNOSTICO POCO ALEJADO Tal vez el eurodiputado francés cargó algo las tintas al pasar por alto que, antes de la adhesión, España ya contaba, por ejemplo, con un sistema de Seguridad Social plenamente consolidado, pero su diagnóstico no se aleja mucho de la situación que describen un grupo de analistas, dirigentes y expertos, a los que se ha pedido que traten de imaginar una España que hubiera quedado excluida de la UE. A partir de sus reflexiones se ha elaborado el siguiente relato, una ucronía que nos ayuda a comprender lo que está en juego en las elecciones de hoy.

Junio del 2009. El crack financiero internacional está conduciendo a España "a una situación límite". Así lo vislumbra el catedrático universitario de Economía Aplicada Josep Oliver. La inestabilidad que genera una moneda débil como la peseta ha obligado a mantener muy elevados los tipos de interés --por encima del 10%-- a fin de contener la inflación. Todo ello comporta pérdidas de renta, que han desembocado en tensiones sociales, caídas de la demanda y destrucción de la ocupación.

En este contexto, agravado por el hecho de que sectores estratégicos como la energía, la gasolina o la telefonía no han sido liberalizados, la actual crisis mundial está teniendo un efecto terrible. La peseta se ve abocada a una nueva devaluación, lo que implica una nueva subida de los tipos de interés. Difícilmente los créditos hipotecarios se conceden a un interés por debajo del 17%, tal como sucedía en 1995.

Desde luego, todos los expertos consultados coinciden en que la posibilidad de que España se acercara a los niveles de estabilidad y bienestar de otros países no integrados en la Unión Europea como Suiza o Noruega sería una quimera inalcanzable.

Volvamos a la ucronía. España es, en el 2009, un país con 30 millones de habitantes. El cálculo es de Alberto Navarro, que fue secretario de Estado para la UE (y, por tanto, en nuestro relato no habría tenido ese empleo) y hoy es embajador en Lisboa. Los inmigrantes llegados al continente han elegido otros destinos con mejores expectativas econó- micas y desde los que pueden ir a otros países europeos. De hecho, son muchos los españoles que optan también por emigrar.

COMERCIO CON LATINOAMERICA Tampoco hay estímulo ni voluntad de homologación en las empresas españolas. No hay multinacionales españolas y las principales relaciones comerciales son con los países de Latinoamérica y del norte de Africa.

Privadas de los fondos europeos, las infraestructuras del país arrastran un atraso endémico. La conexión por carretera sigue siendo una pesadilla y el tren de alta velocidad, un sueño lejano. Las aspiraciones de Barcelona y de Sevilla de organizar, respectivamente, unos Juegos Olímpicos y una Exposición Universal son ninguneadas por los organismos internacionales.

También las posibilidades de viajar al extranjero son extraordinariamente limitadas. No solo porque la debilidad de la moneda encarece cualquier salida, sino también porque los vuelos al exterior son pocos y onerosos. Los españoles comparten las playas con hordas de turistas poco exigentes que, con un puñado de euros, pasan los días al sol espléndidamente. La peseta sí es, para ellos, un auténtico chollo.

España es, esencialmente, un país volcado en el turismo. Sin las admoniciones de la UE, la costa ha podido ser urbanizada por completo. Entre el cabo de Creus y la desembocadura del Guadiana no queda espacio virgen en el litoral. Y no solo eso. La laxitud de la normativa sobre el impacto ambiental de cualquier obra ha causado un perjuicio irreparable al medio natural. El tema del agua es revelador: se imponen políticas trasvasistas, no hay parámetros de calidad ni infraestructuras (depuradoras, desalinizadoras...).

UN CAMPO DESPROTEGIDO El deterioro medioambiental y la escasez de agua han afectado al sector agrario español que, sin la protección que le brinda ahora la UE, no ha podido acometer la necesaria modernización y ha sufrido profundas crisis.