Si España gana a Chile el viernes estará en los octavos de final del Mundial de Suráfrica. Luego se verá si como primera de grupo, entonces tendría casi seguro a Brasil como rival, o como segunda, Portugal se asoma como el enemigo. Ganar a Chile y ya está. Nadie diría que se trata de una proeza para el actual campeón de Europa, pero un resbalón en la última jornada le enviaría a casa. Ayer, tras un comodísimo partido, ganó a Honduras, reanimada por la chispa de un brillante Villa.

Al menos, España fue más España, pese al inacabable catálogo de oportunidades falladas, algunas de ellas de forma infantil. Hasta un penalti. Al menos, no se complicó la vida y llega a la última jornada como única dueña de su destino. Es lo mínimo que se le podía pedir después de que Suiza la colocara al borde del precipicio. Si el viernes no sabe ganar a ese dinámico y ambicioso Chile de Bielsa, un estudioso obsesivo del fútbol, la selección de Del Bosque no merecerá seguir en Suráfrica y se quedará sin coartada alguna.

MENOS TOQUE, MAS VERTIGO España fue más España. Más reconocible, más rápida, más profunda, más vertiginosa que la tarde en que debutó, y tropezó, en Durban. Honduras es, todo hay que decirlo, lo que es. Poca cosa, por no decir nada. Pero el examen de España era consigo mismo, buscar el alma perdida en su accidentado estreno.

Vicente Del Bosque metió mano en el equipo con dos cambios sustanciales (Fernando Torres por Iniesta, con el cuerpo aún convaleciente, y Navas por Silva, que no jugó ni un minuto), que modificaron el paisaje táctico. Se pasó del toque paciente, a veces aburguesado e insípido, a la electricidad, con un asturiano ejerciendo de Messi.

GOL ´MESSIANICO´ Puede parecer una exageración, pero no lo es. No solo por su gol ´messiánico´. Fue un verdadero prodigio de aceleración, velocidad, regate --se fue de tres defensas hondureños dejándolos anonadados-- y precisión ya que la pelota acabó de forma hermosa en la red. Caada vez que el nuevo delantero del Barça tocaba anoche el balón algo extraordinario ocurría en el Ellis Park. Era Villa, arrancando como un trueno desde la banda izquierda, donde deberá jugar en el Camp Nou para compartir equipo con el Messi auténtico, y 10 más.

Un goleador imprescidible para cualquier equipo. A la espera de que llegue Torres, quien jugó ayer en Johannesburgo era una fotocopia y mala, siempre quedó la gran versión de Villa. Dos goles, uno maravilloso, otro con un golpe de fortuna, y un penalti fallado, además de haber estrellado un soberbio disparo en el travesaño. Todo en una hora. Más no se puede pedir de Villa, abandonado como un llanero solitario ante Suiza y extraterrestre anoche.

GOLES PERDIDOS Aunque lo que no supo hacer España es visualizar en el marcador ese aplastante dominio ante una insginficante selección. Entre el penalti errado de Cesc, los cabezazos inutiles de Ramos y el minuto más dramático que se le recuerda a Torres (falló dos ocasiones clarísimas), la selección dejó escapar goles que igual el viernes le vendrían de maravilla.

Con una cómoda goleada (hasta Villa se ofuscó en la segunda mitad tras tirar el penalti fuera, ni entre los palos fue), y ganando a Chile, el primer puesto sería más accesible. Pero que no acabe lamentando tanta piedad con Honduras porque si Suiza tiene más pegada podría toparse con Brasil, con ese emergente, rocoso y estructurado Brasil de Dunga donde la samba solo está permitida para Robinho. Cuando esté el viernes en Pretoria midiéndose con ese ejército de fieles de Bielsa que es la selección de Chile, hará bien en no cometer tantos y tan clamorosos errores.

Era claro que España cumplió. Otra cosa habría sido un desaste nacional. Ganó tiempo y reservó energías, convencida de que Chile no tiene nada que ver con esa triste Honduras. Dos goles es un mísero balance para una selección que pudo haber superado la goleada de escándalo de la cita: el 7-0 de Portugal a Corea del Norte. Si lo que quería era respirar, lo hizo, a pesar de que ensució el buen partido con tanto fallo. No cumplió lo que prometió. Con Chile no valen tonterías.