Fue un cambio de rumbo en su vida. O mejor dicho, cambiaron las condiciones en las que se desarrollaba su vida. Sin ningún tipo de golpe ni accidente, Inma Moral comenzó a quedar sometida al capricho de sus cervicales, a los dolores que en esa zona sufría y que derivaban en vértigos. "Simplemente me dijeron que tenía un problema en la formación de los huesos. Eso es lo que me provoca que se me sobrecargue", explica.

A simple vista, puede parecer un mero contratiempo. De hecho, uno de cada cuatro extremeños afirma que tiene molestias en las cervicales. Pero en su caso, estos problemas físicos llegan a marcarle su vida familiar y laboral. "Cuando ocurre tengo que meterme en cama, porque no tengo equilibrio. A veces se pasa en horas, pero hay ocasiones en las que he llegado a estar semanas sin poder levantarme", cuenta Inma, que trabaja como educadora infantil en una guardería y ha puesto su salud en manos de un homeópata. Asegura que con este tratamiento le va mejor.

Diferente es la situación de Saturnino Mendoza. El se ha convertido en un especialista en el problema que le afecta, porque no solo es víctima, sino cabeza visible de un grupo de ciudadanos que trabaja para combatirlo. Los problemas de ruido comenzaron a aparecer en su vivienda prácticamente de la noche a la mañana: "Teníamos al lado una tienda que no provocaba ningún tiempo de molestia hasta que cambió de actividad. Abrieron en ese local un bar, sin acondicionarlo ni insonorizarlo, y comenzó nuestro sufrimiento. Teníamos que dormir todas las noches con el ruido de la barra al otro lado de la pared de nuestra habitación".

Su vida dio un giro "tremendo". Las dificultades para conciliar el sueño, el bullicio, "que se queda en tu cabeza como si fuese un taladro", y la lentitud administrativa para poner fin a su problema derivaron en una merma de su salud. "El dolor de cabeza era constante. Eso, sumado a la falta de descanso, mermaba mi rendimiento en el trabajo. Llegaba incluso a quedarme dormido en él", relata el ahora presidente de la Asociación Extremeña de Afectados por el Ruido (AEDAR). Incluso asegura que los antidepresivos llegaron a convertirse en "compañeros habituales" y que "los tapones para los oídos no sirven para nada".

También tienen otro cariz los problemas de Laura Díaz. A las ocho de la mañana debe estar en la oficina. Hay días que hasta doce horas después no sale de ella. El cansancio que ello provoca, explica, ha provocado que su vida ahora sea "totalmente sedentaria". Con 25 años, recuerda que antes practicaba fútbol y hacía aeróbic. Pero ahora "no encuentro tiempo para nada". Pese a ello, "quizás por el estrés", asegura que su cuerpo no se ha resentido en exceso, aunque cuando se ejercitaba casi a diario "estaba algo más delgada".

Pero Laura es de las que reúne otra situación de esas a las que los médicos se refieren como poco saludables. Según ella, "también es por culpa del trabajo". Afirma que tiene poco tiempo para desayunar, por eso hay días en los que apenas toma un poco de leche y otros en los que se convierte en parte de ese grupo de más de 3.000 extremeños que dicen que no desayunan. Todo ello pasa factura, porque "me paso media mañana yendo a la máquina del café o a por algo de bollería para compensar".