No hay evidencias científicas de que las radiaciones que emiten las centrales nucleares estén directamente relacionadas con una mayor incidencia de las muertes por cáncer en las localidades situadas en sus proximidades. No hay indicios de lo contrario, ni en la zona de Almaraz ni en el entorno del resto de plantas nucleares del país, así como tampoco en las cercanías de la antigua instalación de tratamiento de uranio de La Haba y en otras plantas de elaboración de combustible nuclear. Esa es la principal conclusión del estudio epidemiológico presentado ayer en Madrid por el Ministerio de Sanidad, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y el Instituto de Salud Carlos III. El informe, el más completo realizado hasta el momento en España, fue encargado por el Congreso de los Diputados en el 2006 y su elaboración ha estado supervisada por las compañías eléctricas, los sindicatos, expertos independientes, las autoridades sanitarias de las comunidades autónoma y los grupos ecologistas, entre otros.

Para la realización de este trabajo se han tomado como referencia las poblaciones situadas en el radio de acción de 30 kilómetros en torno a cada central nuclear o planta de tratamiento de uranio. En cada una de ellas se han calculado y registrado los datos de radiaciones emitidos por estas instalaciones y la tasa de mortalidad de 15 tipos diferentes de tumores entre los habitantes de esos municipios. Esta información, relativa al periodo 1975-2003, ha sido comparada con los registros de municipios que quedan fuera del ratio de influencia directa de las plantas nucleares, concretamente pueblos que están a una distancia de entre 50 y 100 kilómetros. En el caso de Extremadura, el trabajo se ha centrado en la central de Almaraz y la antigua planta de concentrado de uranio Lobo-G, en el municipio pacense de La Haba.

El estudio realizado por el Instituto de Salud Carlos III y el CSN llega a tres conclusiones. La primera, es que "las dosis acumuladas estimadas que recibiría la población por el funcionamiento de las instalaciones son muy bajas". El valor máximo de radiación registrado ha sido de 350 microsieverts (el Sievert es la unidad de medida utilizada para calcular la radiación absorbida por órganos vivos; un microsieverts equivale a mil sieverts). Ha sido en el entorno de la planta de concentrado de uranio de Andújar (Jaén). El límite de riesgo establecido por la reglamentación española es de 1.000 microsieverts al año. Respecto a los dos enclaves extremeños analizados, las radiaciones acumuladas en los 33 municipios del entorno de Almaraz achacables al funcionamiento de la central nuclear oscilaban entre 0,01 y 27,58 microsieverts; mientras que en las 24 localidades situadas a menos de 30 kilómetros de La Haba, los registros variaban entre 8,13 y 138,13.

Si se compara con el resto de instalaciones nucleares, las centrales de Vandellós (Tarragona), José Cabrera (Guadalajara) y Garoña (Burgos) registran mayores emisiones de radiación que Almaraz. Ascó, Cofrentes y Trillo estarían por debajo. La Haba era la única instalación de tratamiento de uranio que ha existido en España.

NO HAY RELACION La segunda conclusión de este estudio epidemiológico es que "el estudio de mortalidad por cáncer en el entorno de las centrales nucleares y las instalaciones de ciclo de combustible no ha detectado resultados consistentes que muestren un efecto de incremento de la mortalidad por diferentes tipos de cáncer asociados con la dosis de radiación artificial (la atribuida a las instalaciones nucleares) recibida". Es decir, no queda probado, según este trabajo, que por residir cerca de una central haya mayores posibilidades de morir a causa de una enfermedad cancerígena.

Para llegar a esta conclusión, los autores del trabajo han analizado las muertes causadas por 15 tipos distintos de cáncer en las poblaciones que están dentro del radio de 30 kilómetros de acción de cada planta nuclear entre 1975 y el 2003. Con esta variable temporal pretendían estudiar si existían diferencias de mortalidad antes y después de la entrada en funcionamiento de las instalaciones. Además, han comparado los resultados con los datos de poblaciones situadas a más de 50 kilómetros. Los tumores tomados como referencia han sido: cáncer de estómago, colorrectal, de pulmón, de huesos, de tejido conjuntivo, de mama, de ovario, de testículos, de vejiga, de riñón, de encéfalo, tiroides, linfomas, mielomas y leucemias.

En líneas generales, el estudio no encuentra diferencias significativas que puedan indicar la posible relación entre el funcionamiento de las instalaciones nucleares y el aumento de mortalidad por cáncer. Aunque respecto a Almaraz, hay algunas precisiones: "Las únicas diferencias estadísticamente significativas de un incremento de la razón de mortalidad en el área de 30 kilómetro y el área de referencia (50-100 kilómetros) se producen para el cáncer de mama en el entorno de Vandellós y para el cáncer colorrectal en Almaraz. Pero ambos son tumores que guardan una estrecha relación con el desarrollo socioeconómico, la dieta y los hábitos de vida". Asimismo, también reseña la mortalidad por tumores de tejido conjuntivo: "ya que en el área de referencia se ha registrado una defunción, mientras en el área de 30 kilómetros se han registrado 10. Pero no se observa un efecto dosis-respuesta".

En este sentido, los autores también descartan la relación entre las instalaciones y las muertes por cáncer porque los datos "no se reproducen en otras instalaciones del mismo tipo y con características de exposición similares".

En el caso de la antigua planta de La Haba, los responsables del Instituto de Salud Carlos III y el CSN no han encontrado ninguna variable anormal.

LA RADIACION NATURAL El trabajo también ha analizado el posible impacto de la radiación natural --la existente en la naturaleza, especialmente en las formaciones geológicas--. Pero aquí tampoco se establece una relación directa pese a que los niveles de radiactividad son incluso superiores a los emitidos por las instalaciones nucleares.

"Los resultados (del estudio) son muy claros y concluyentes", defendió ayer el director técnico de Protección Radiológica del CSN, Juan Carlos Lentijo, durante la presentación del documento. Bajo su punto de vista, demuestran "la ausencia de evidencias de riesgo para la salud de las personas por la actividad normal de las instalaciones". No obstante, organizaciones como Ecologistas en Acción, subrayan que el estudio se centra solo en la posible influencia de esta instalaciones sobre la mortalidad. Para descartar cualquier asociación con el cáncer el trabajo debería haber tenido en cuenta la incidencia de la enfermedad, es decir, tanto las muertes como los pacientes que sufren y superan el tumor.