Tras seis meses sin muertos, ETA reapareció ayer en el municipio vizcaíno de Arrigorriaga y asesinó al inspector del Cuerpo Nacional de Policía Eduardo Puelles García. La banda colocó una bomba lapa en los bajos del coche de este policía, jefe del grupo de vigilancias de la brigada de información de Bilbao que dedicó los 16 últimos años de su carrera a la lucha antiterrorista en su tierra, el País Vasco, donde participó en la detención de 70 etarras. El atentado, el primero desde que el socialista Patxi López es lendakari, confirmó las previsiones del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, del pasado fin de semana: "ETA no pasa un buen momento, pero mantiene su capacidad de matar". Ayer lo demostró.

Los terroristas han reaparecido tras una semana de derrotas morales y éxitos policiales: se ha abortado un rocambolesco plan de fuga de dos de sus presos, un abogado que actuaba de correo con empresarios extorsionados ha sido detenido, se ha localizado un zulo con 180 kilos de explosivos y han trascendido nuevos episodios de disidencia entre las filas del cada vez más desorientado colectivo de presos. Las buenas noticias se desvanecieron a las 9.10 horas de ayer cuando ETA sumó uno más a su dolorosa lista de muertos.

EN LLAMAS Puelles salió de su casa en la calle de Santa Isabel y caminó los 100 metros que lo separaban de su coche. Abrió la puerta, se sentó y, al darle al contacto, una explosión agarrotó el corazón de Paqui, la madre de sus dos hijos. En el mismo estacionamiento al aire libre, Alejandro y su mujer estaban a punto de subir a su coche cuando, tras el estruendo, vieron el vehículo en llamas. "Chillaba y pedía ayuda. Quería que le sacáramos", contó el vecino. La mujer de Puelles bajó a la calle gritando: "¡Ha sido mi marido!" En la puerta se cruzó con la concejala de Seguridad, Marisol Ibarrola, del PNV, quien marcó con su móvil el teléfono de su amigo de toda la vida, el policía. Sonó un primer tono de llamada que devolvió la esperanza a la mujer de Puelles. Después, el teléfono enmudeció y Paqui se acercó con la concejala hasta el aparcamiento donde comprobó que el coche era el Citroën C-4 de su marido. La mujer sufrió un ataque de ansiedad y fue trasladada al Hospital de Basurto, donde compartió su dolor con sus dos hijos, de 21 y 16 años.

La bomba lapa, compuesta por dos kilos de un explosivo por determinar, fue colocada en la parte trasera de los bajos del coche, cerca del depósito de gasolina, y con un dispositivo para activarse por movimiento. Durante la mañana se especuló con la posibilidad de que ETA hubiera utilizado un coche bomba estacionado junto al del inspector porque era difícil creer que Puelles no hubiera mirado en los bajos de su coche. "¿Y qué más da? Pudo perfectamente mirar, como seguro que ha hecho en los últimos 16 años, y no verla. Los terroristas camuflan las bombas y generan perversos debates como este en el que se traslada la responsabilidad de la muerte al policía porque quizá bajó la guardia y no se protegió. Pues no, la responsabilidad es exclusivamente de quien pone la bomba", dijeron fuentes de Interior.

En los últimos 10 años, Puelles participó en algunos de los golpes policiales más importantes sufridos por la banda, entre ellos la desarticulación del comando Vizcaya, en el 2004.