Muchos ciervos y jabalíes, más tuberculosis y cada vez menos vacas y toros. Es un rápido esquema de cómo está la situación en algunas zonas de Monfragüe según los propios ganaderos colindantes, que ya han denunciado la situación que vienen sufriendo desde hace meses en reiteradas ocasiones ante el sacrificio de más de una explotación al completo por la infección de todas las reses de tuberculosis.

Ante estos casos, que el consejero de Industria, Energía y Medio Ambiente, José Luis Quintana, ya reconoció en noviembre, los ganaderos se sienten "impotentes", porque consideran que las autoridades ya deberían estar haciendo algo para evitar la muerte de más reses, por las que no perciben compensaciones económicas, según señalan algunos ganaderos, que piensan llegar "hasta donde haga falta". Y no es una reivindicación nueva y mucho menos desconocida. Según las últimas estimaciones, en el área del Parque Nacional de Monfragüe, con 18.396 hectáreas de extensión y más 30.000 hectáreas de terrenos colindantes, lo que se conoce como zona de influencia, conviven en la actualidad unos 14.000 ciervos. Una densidad "muy excesiva" que se traduce en una media de 47 ciervos por cada 100 hectáreas y que debería reducirse a los 8.000 como máximo (28 por cada 100 hectáreas). El caso de los jabalíes es algo menor. En las casi 50.000 hectáreas de superficie existen unos 5.000 que habría que reducir hasta los 3.000 --unos diez por hectárea y no 17 como está ocurriendo--. Estas previsiones se establecen en cinco años, algo que indigna a los ganaderos que miran con temor a sus explotaciones.

El problema principal de la superpoblación es la transmisión de la enfermedad de la tuberculosis que estos animales salvajes sufren con gran asiduidad, ya que son un "reservorio de tuberculosis bovina" y sobre todo porque al estar en libertad son de difícil control. Pero no el único, según el consejero Navarro, "un excesivo número de especies cinegéticas es malo en sí mismo, independientemente de que puedan transmitir algún tipo de enfermedad, o no", dijo hace algunos días.

Como explica el catedrático de Zoología de la Universidad de Extremadura y el coordinador de la Red de Grupos de Investigación Recursos Faunísticos, Juan Carranza, "tuberculosis va a haber siempre y siempre la ha habido, pero se llega a convertir en un problema cuando aumenta la densidad de estos animales", que campan a sus anchas por fincas públicas y explotaciones ganaderas arrasando el vallado. El contagio de la enfermedad puede ser tanto de forma directa, al transmitirla de un animal a otro, como indirecta, a través del agua o zonas de paso.

Según Carranza, el repunte de esta enfermedad no es exclusivo de Extremadura. De hecho, su grupo de investigación ya ha trabajado con otras autonomías en la búsqueda de soluciones al problema, que pasa por cambiar el manejo del jabalí, como el mayor reservorio de la enfermedad en detrimento del ciervo. Este último animal, explica Carranza, "cuando tiene tuberculosis se muere a los días si no se cura antes, pero el jabalí aguanta la enfermedad muy bien". Por ahí pasan las medidas del catedrático para frenar la enfermedad, "precisamente por no controlar al animal, no hacer cercones de jabalís para la caza, no dejar comida, cercar las charcas --"fuente de contagio"-- y frenar la movilidad de estos animales de unas zonas a otras, además de bajar la densidad si fuera necesario."

Ante la infección de tuberculosis entre animales, Carranza llama a la tranquilidad de la población en general. "No hay peligro para el consumo humano", a pesar de que cuando se detecta una animal infectado, si las microbacterias no han llegado a los pulmones del animal su carne es apta para consumo, explica. Más allá del punto de vista sanitario --"es muy difícil infectarse", dice el catedrático--, está el económico, la mayor preocupación para quienes viven de la ganadería, "que puede incluso llegar a ser inviable en algunas zonas".