Fabio va al colegio Divino Maestro de Ahigal, como cualquier niño, pese a su discapacidad, pero le niegan el derecho a entrar en lista de espera para un trasplante renal. Ya no es como cualquier niño y no solo porque necesita cuidados para los que su madre, bibliotecaria, recibió un curso intensivo en el Doce de Octubre para poder seguir el tratamiento en casa y sólo tener que ir una vez al mes a Madrid para controlarle.

"En La Paz me han llegado a decir que cómo podemos querer tanto sufrimiento para Fabio" --dice entre lloros-- y lo único que pedimos es una oportunidad, como a cualquiera". Ya lo intentaron a través del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, pero se declaró incompetente y derivó el caso a la jurisdicción social. Como social es el debate que se plantea. "Parecen ofrecernos una eutanasia pasiva porque confiarnos solo a la diálisis peritoneal tiene los días contados", sostienen los padres.

Esta pareja, que pertenece a Aspace, la asociación placentina de padres de niños con lesiones cerebrales, ha recurrido tanto al Defensor del Menor como al Rey y, al final, a la justicia. "Es nuestro hijo y ¿no tenemos derecho a decidir si queremos intentar salvarle la vida?". Los padres tienen muchas preguntas. También respuestas. "Dicen que el trasplante no mejoraría su calidad de vida, ¿porque no puede jugar al fútbol?, pues al contrario, porque no tendría que estar trece horas al día enganchado a la máquina y ¿eso no es, de por sí, mejora de la calidad de vida?". Están convencidos de que su hijo estaría ya trasplantado, o en lista de espera, de no haber nacido con una discapacidad que no le ha impedido ser el rey de su casa, como cualquier niño.