Es un caso excepcional pero lo cierto es que no anda muy lejos de la realidad que podrían vivir los sacerdotes si las cosas no cambian en las tres diócesis extremeñas --Coria-Cáceres, Mérida-Badajoz y Plasencia--. Atrás quedaron los tiempos, "y no hace muchos años", en los que cada parroquia de la región estaba asistida por un sacerdote, e incluso había algunas que tenían más de uno. Ahora hay algún clérigo en Extremadura que tiene que hacerse cargo de hasta nueve pueblos o alquerías, como es el caso del joven Raúl Hernández, destinado solo hace siete meses en Las Hurdes. "Esto no es lo normal. Lo habitual en la actualidad es que cada sacerdote se ocupe de dos o tres parroquias o algunos de cuatro o cinco, como el de Olivenza. En Badajoz no llegamos a esas cifras pero en Cáceres llevan más carga", dice el vicario de la diócesis de Mérida-Badajoz, Sebastián González.

Actualmente esta diócesis engloba 204 parroquias para 237 sacerdotes --pero no todos trabajan en las iglesias--, la de Coria-Cáceres cuenta con 159 parroquias que se reparten entre 83 sacerdotes --dos de ellos tiene cinco o más parroquias a su cargo-- y en Plasencia existen, según los últimos datos, 201 parroquias para 161 clérigos.

El problema, según el vicario, es la "evidente" crisis de vocaciones. En el último año solo se han ordenado dos sacerdotes en la región, frente a los seis que lo hicieron en 2008. Y en los sucesivos no habrá mejoría según las previsiones de este religioso. "En los próximos tres años se ordenarán nueve curas --tres al año-- en Mérida-Badajoz, pero a partir de ahí llega lo peor. Del 2013 al 2020 no saldrá ningún sacerdote en esta diócesis a no ser que se incorpore al seminario a última hora alguien con formación universitaria". Llegado este punto, sería necesaria la implicación de religiosos y laicos, "convirtiéndonos en una Iglesia de misión", porque para entonces cada cura "tendrá cinco o seis parroquias", advierte.

Esta situación ya se está dando en las zonas que engloban alquerías o poblados como Olivenza, Las Hurdes o la Campiña de Valencia de Alcántara, entre otros, y se viene fraguando desde hace años en los tres seminarios. Solo hay que echar un vistazo a los datos que acaba de publicar la Conferencia Episcopal. En los últimos cinco años el número de seminaristas --mayores y menores-- ha bajado más de un 50%, pasando de los 154 del 2006/07 a los 73 que se mantienen desde hace dos cursos. Y lo que parece aún peor: el año pasado solo hubo un nuevo seminarista mayor.

Los argumentos que motivan esta caída de estudiantes en los seminarios responden a factores tanto externos como internos a la propia institución eclesiástica. "La imagen negativa que la Iglesia proyecta en la sociedad en general ha hecho que los jóvenes vayan acercándose menos a esta vocación, pero también en el seno de la institución se está perdiendo cierto nivel de espiritualidad", detalla Francisco José Andrade, rector del seminario de Mérida-Badajoz, que ha puesto en marcha un proyecto pastoral para incentivar la vocación sacerdotal.

"La población ya no vive en general su vida como una vocación y cada vez presta menos atención al mensaje de la Iglesia". Andrade insiste en que la visión social que se da de la Iglesia dista de la realidad, está a veces distorsionada por intereses y anclada en la visión del pasado. "Cuando vienen chicos y sus familias al seminario se quedan sorprendidos. La sociedad cree que aquí existe represión y que es un ámbito cerrado, pero no hay nada de eso". El vicario González aporta otros detalles: "Las familias cada vez están menos impregnadas vocación cristiana y son las que muchas veces ponen pegas a los hijos que se plantean esta vocación".

Para paliar esa crisis de vocaciones no queda más que "apelar a la población que vive su vida con vocación y cambiar la imagen social de la Iglesia". Aceptar el celibato sería una cuestión planteable, según el rector, porque "en la historia de la Iglesia han existido curas casados", pero para nada el problema se solucionaría con el sacerdocio femenino, apunta. "Eso atañe a una cuestión únicamente teológica y no se puede derivar un problema de cifras a un planteamiento de esta índole", explica el rector.