1,5 millones de hogares de España han tenido que pasar por el trago que supone la vuelta a casa de algún hijo al quedarse éste en paro y no tener capacidad de independencia. Además, en muchos casos, este hijo también ha sido ya padre, de manera que un mismo hogar ha de acoger a dos núcleos familiares que, normalmente, viven del sueldo de una persona ya jubilada. Son situaciones comunes que evidencian que ese tejido familiar -junto a los amigos- es el principal balón de oxígeno al que agarrarse cuando la falta de sustento aprieta. Así se extrae del Análisis y perspectivas 2017. Desprotección social y estrategias familiares de Cáritas, el cual arroja que para el 70% de las personas en situación de vulnerabilidad, ese apoyo es fundamental para salir adelante. Otro dato llamativo es que en un 11,4% de los casos ha sido necesario compartir vivienda con otro familiar para afrontar los gastos o poder incrementar los ingresos.

No obstante, esa red familiar a la que recurrir también se ha ido debilitando, por lo que el riesgo de exclusión social se ve igualmente agravado si no existe apoyo externo.

En este sentido, una de las conclusiones del estudio es que casi el 58% de los hogares, a la hora de necesitar ayuda, la reciben con más intensidad por parte de entidades sociales como Cáritas o Cruz Roja que de los servicios sociales de ayuntamientos, comunidades o el Gobierno central. El secretario general de Cáritas, Sebastián Mora, denuncia que los que disponen de mayores recursos y capacidades cuentan con mejores apoyos institucionales.

Desde Cáritas aseguran que la fragilidad que viven las familias para afrontar el día de mañana así como el agotamiento de su capacidad de maniobra antes las decisiones ya tomadas, debilitan su competencia para poder planificar el futuro, sus proyectos vitales y, con ello, sus esperanzas. REDACCIÓN