Puede que en algún momento, a lo largo de estos largos días, Pedro Sánchez se haya preguntado qué habría sido de él y dónde estaríamos si hubiera optado por algo parecido en el 2016: apoyarse en Podemos y romper el cordón sanitario que el Partido Popular había logrado establecer en el perímetro nacionalista, y que solo los populares podían romper a conveniencia. En los próximos meses, cuando menos lo esperábamos, lo vamos a averiguar.

Pedro Sánchez ha logrado reunir la mayoría suficiente para remover a Mariano Rajoy de la presidencia. Al elegir no apoyarse en Ciudadanos para conseguirlo, ahora tiene la oportunidad de demostrar que también sabe cómo aglutinar una mayoría suficiente para gobernar y probar a sus votantes que existe una alternativa progresista a la alternativa conservadora representada por PP y Cs. Deberá hacerlo, además, bajo la presión de su compromiso de convocar elecciones cuanto antes.

Sin la factura de la corrupción

El PNV no elegía entre dos ofertas sino entre dos credibilidades. Hasta ayer a los nacionalistas vascos les compensaba pagar el precio de votar con el PP porque Rajoy les aseguraba estabilidad y presupuestos. Ya no le creen capaz de garantizar ni una cosa ni otra y la sentencia de la Gürtel ha disparado los costes políticos de sostener a los populares. Pedro Sánchez tampoco puede asegurarles ni los presupuestos, ni que las elecciones se convoquen cuando toca, pero su presidencia viene sin la gravosa factura de la corrupción.

Albert Rivera y Rafael Hernando sirvieron durante sus intervenciones un aperitivo del festín de descalificaciones y melodramas que populares y naranjas se disponen a darse a cuenta de los apoyos nacionalistas a la moción. Es el precio que deberá pagar Sánchez por una mayoría de gobierno. Él puede asumirlo, el PSOE tal vez no. La buena noticia es que los votos nacionalistas ya no suponen un fruto prohibido, sino que vuelven a contar como los demás.

Un Gobierno socialista gestionando unos presupuestos del PP tiene toda la pinta de un accidente a punto de suceder. Será otro problema para el recién elegido presidente. Populares y naranjas solo dejarán de pelearse para recordarle que gobierna con sus cuentas y, ante o después, Podemos le reclamará que deje de hacerlo.

Rajoy ha elegido ser desalojado de la Moncloa. Así debía de suceder para iniciar el relato que los populares emplearán en unas elecciones que ven cercanas. Están tan seguros de que Sánchez no va a poder gobernar que parecen decididos a no usar su mayoría absoluta en el Senado para autodestruir sus presupuestos. Deslegitimar la presidencia del líder socialista y reclamar el voto masivo de los suyos para restituir al legítimo presidente y vengar semejante afrenta será el toque de corneta para reagrupar a sus dispersos votantes.

Si alguien en el PP quiere disputarle a Rajoy el derecho a intentar que su carrera política no acabe con la única moción perdida por un presidente de España, tendrá que dar el paso y más le vale venir preparado para una buena pelea.