Las Cortes proclamaron ayer Rey a Felipe VI. Y cambiaron la historia de España. Ahora queda por ver si el nuevo Monarca, el mismo que sorprendió paseando por las calles de Madrid en un coche descapotable para transmitir cercanía en su primer día en el cargo, el que simultaneó los actos solemnes de la jornada con exhibiciones públicas de afecto hacia los suyos -se pudo ver ayer a tres generaciones de Borbones en un balcón haciéndose arrumacos mientras los aclamaban desde la calle--, se decide a abrir una nueva etapa en la Corona. A cumplir con las expectativas que él mismo creó ayer con su medidísimo discurso ante las Cámaras: las de saber afrontar los convulsos tiempos en los que le tocará reinar con cambios notables y gestos valientes que hagan que los ciudadanos puedan sentirse "orgullosos" de él, como desea. "Estas son, señorías, mis convicciones sobre la Corona que, desde hoy, encarno: una Monarquía renovada para un tiempo nuevo" en el que, según dijo, velará por que no se rompan los puentes del entendimiento y se respete la "diversidad" de los territorios bajo la premisa de que la "unidad no es uniformidad".

Inevitable resultaba ayer en el Congreso, mientras el nuevo rey pronunciaba esas palabras con motivo de su proclamación, observar la reacción gestual de los presidentes de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, y de Euskadi, Iñigo Urkullu, que escuchaban atentos desde la tribuna del hemiciclo, pero evitaban el aplauso. A los nacionalistas el análisis del nuevo Rey les supo a poco. "Cuando se hacen referencias a la nación y no a un Estado plurinacional para mí esto es un discurso que no es nuevo", sentenció Mas. A los conservadores les pareció que "llegó hasta donde podía llegar e incluso un poco más" --hubo diputados del PP que se quejaban de que Felipe VI terminara su alocución con un muchas gracias es castellano, catalán, vasco y gallego-- ; mientras que a los socialistas les gustó la idea de una España plural y unida y la defensa de las lenguas cooficiales.

Ajeno a cómo estaban siendo recibidas sus reflexiones, Felipe VI dijo saber muy bien cuál es el trabajo que le corresponde en un "reinado de un Rey constitucional", garantizó respeto a la separación de poderes del Estado, a la "independencia del poder judicial" y a la "neutralidad política" que se le presupone a la Corona.

Tras haber jurado la Constitución ante el presidente del Congreso, Jesús Posada, en una ceremonia laica, austera, sin presencia de mandatarios internacionales (aunque recibió multitud de felicitaciones por su nueva condición, entre otros de Barack Obama) y en la que estuvo arropado en la corta distancia por la Reina Letizia y sus hijas Leonor y Sofía, aseveró que se dispone a afrontar su tarea "con energía e ilusión".

"Y con el espíritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generación", dijo. "Generación". Hasta media docena de veces utilizó ese vocablo. Lo hizo para expresar agradecimiento a los veteranos que hicieron posible el tránsito de la dictadura a la democracia, una etapa que acaba para dejar espacio a otro momento histórico. Una etapa que quiso encarnar en la figura de su padre, un Rey que tras imponer a su heredero el fajín de capitán general de las Fuerzas Armadas con indisimulada emoción a primera hora de la mañana de ayer, decidió no acompañarlo al Congreso de los Diputados para no restarle protagonismo.

"En la persona del Rey Juan Carlos rendimos hoy el agradecimiento que merece una generación que abrió paso a la democracia, al entendimiento entre los españoles y a su convivencia en libertad ..., apuntó el recién proclamado jefe del Estado, quien advirtió que, en todo caso, le toca ahora a él y a sus contemporáneos aspirar a revitalizar las instituciones y la cultura democrática.

No en vano los estudios de opinión --también los que analizan la imagen de la Corona-- alertan de una tremenda desafección que se hace fuerte gracias a los efectos de la crisis y a la corrupción, esa que también salpicó a la familia Real española.

LA CORRUPCION La prueba de que el nuevo Rey es consciente del momento por el que atraviesa la institución que representa es que su hermana Cristina, la esposa de Iñaki Urdangarin, no acudió a la ceremonia de ayer.

Lleva meses apartada de la agenda real y permanece a la espera de que un juez de Palma de Mallorca tome una decisión sobre su futuro judicial y el de su marido (algo que podría ocurrir la próxima semana).

Otra señal de que Felipe VI sabe lo que se juega es que admitió en su discurso que la Corona debe "observar una conducta íntegra, honesta y transparente". "Sólo de esa manera se hará acreedora de la autoridad moral que necesaria para el ejercicio de sus funciones", reconoció.

Sí acompañaron a Felipe VI al Congreso, además de su mujer y sus hijas (que aguantaron con estoicismo el protocolo pese a su corta edad) la reina Sofía --que se llevó un largo aplauso--, su hermana Elena y su sobrino Froilán.