Dinero al instante, compra de las piezas sin importar el estado en el que se encuentren, discreción y, aseguran, buenos precios. Es lo que ofrecen los establecimientos de compraventa de oro, que en los últimos meses han proliferado en las principales ciudades de la región. Fuentes policiales sitúan en medio centenar la cifra de locales de este tipo registrados en Extremadura, pero su número podría ser bastante mayor ya que, si bien su control es competencia del Cuerpo Nacional de Policía, en aquellas poblaciones en las que éste no tiene presencia se hace cargo de esta tarea la Guardia Civil. Desde la Delegación del Gobierno en Extremadura no se han facilitado cifras oficiales.

Muestra del espectacular crecimiento que ha experimentado la compraventa de oro en la comunidad autónoma es que de los 22 establecimientos que hay contabilizados entre Cáceres y Plasencia, catorce han abierto sus puertas en lo que va de año. La crisis, y los máximos históricos que está alcanzando la cotización del oro se apuntan como los dos principales factores que han impulsado este auge.

Eduardo Gómez abrió Quilatia en Don Benito hace unos quince meses, "porque soy joyero y conozco este tema bastante bien". A día de hoy cuenta con otros dos puntos de compra, ubicados en Navalmoral de la Mata y Cáceres. Este último lo inauguró el mes pasado. Cuando inició los trámites para su apertura, hace unos pocos meses, en la capital cacereña había "5 o 6" establecimientos. Actualmente son más del doble. Gómez reconoce que el sector quizás haya crecido "demasiado. Se ha llegado al límite, no hay mercado para todos".

Isaías Serrano, de Sonakay, explica que este establecimiento echó a andar en Cáceres hace algo más de dos meses. "El primer mes fue más flojo", dice Serrano aunque, posteriormente, apunta, se ha apreciado un repunte de la actividad que, conjetura, puede tener su origen en la necesidad de liquidez de las familias tras las vacaciones.

Serrano resalta los fuertes requisitos de seguridad que se imponen a estos negocios para poder comenzar a funcionar, que incluyen una caja fuerte de nivel cuatro --"una de las más seguras del mercado", recalca--, cristal y puertas blindadas o una alarma especial antibutrón . En conjunto, estima que toda la instalación puede superar los diez mil euros, una inversión inicial a la que hay que añadir el dinero necesario para poder comenzar las operaciones de compra.

Por otro lado, cuenta Serrano, para evitar que se vendan piezas robadas la policía exige que en cada operación se le envíe fotocopia del DNI del vendedor y de la joya que se compra. Esta no podrá ser vendida o fundida en los quince días posteriores a su venta. Además, al responsable del establecimiento se le hace entrega de un libro en el que debe anotar todos los detalles de cada pieza (peso, quilates, inscripciones...).

Desde la Unión de Consumidores de Extremadura (UCE-Extremadura) se criticaba recientemente el bajo precio que, a su juicio, se paga por el oro en estos establecimientos en relación al precio de mercado. "Las joyas que llegan son casi todas de oro de 18 quilates y quieren que se les pague como el de 24, que es el que cotiza en bolsa, y eso es imposible", replica Eduardo Gómez, que añade que los márgenes con los que se trabaja "no son estrechos, pero tampoco muy amplios". Además, recuerda que fundir el oro también conlleva unos costes de tratamiento --"hay que afinarlo, purificarlo o limpiarlo", detalla.

Isaías Serrano tampoco considera que se estén dando precios muy por debajo del valor real de las piezas, y argumenta que es la propia competencia entre los establecimientos la que tira hacia arriba de ellos.

Las joyerías también pueden pedir licencia para comprar oro. Eduardo Gómez lamenta, sin embargo, que sea habitual que estos negocios realicen transacciones con oro sin tener el permiso necesario algo que, indica, puede convertirlos en una vía fácil para dar salida a objetos robados. "Todas lo hacen. No se lleva registro de nada", afirma, por lo que al vendedor "le da igual cobrar un poco menos".