Puede que el Rey Juan Carlos ya no recuerde aquellos viajes. Es más, seguramente ni siquiera sepa que el Lusitania, el tren que utilizó en numerosas ocasiones siendo aún Príncipe para desplazarse entre Madrid y Estoril (donde residió la Familia Real durante el franquismo), puso ayer un nuevo punto y aparte en la historia del ferrocarril en Extremadura. La línea Cáceres-Valencia de Alcántara, inaugurada en 1881, queda provisionalmente sin servicio tras la decisión de los gobiernos de Portugal y España de desviar el tren-hotel Lusitania por Salamanca. Desde anoche sus vagones ya solo circulan por esta provincia castellanoleonesa tras 71 años comunicando Madrid y Lisboa por suelo extremeño de forma casi ininterrumpida.

De esta forma, la comunidad autónoma cierra un nuevo capítulo de la historia de su ferrocarril. La primera vez que el tren Lusitania realizó el trayecto entre las dos capitales ibéricas por Valencia de Alcántara fue en 1941. La última fue ayer. En plena madrugada, los dos convois diarios que circulan entre Madrid y Lisboa, cada uno en una dirección, pisaron por última vez tierras extremeñas. A partir de ahora atravesarán las localidades salmantinas de Ciudad Rodrigo y Fuentes de Oñoro, tras la decisión de Portugal de cerrar su vías férrea hacia la provincia de Cáceres. Por allí hará más kilómetros y el trayecto durará más, pero el país vecino confía en ganar en rentabilidad con este cambio. "Cuesta 9 millones anuales mantenerlo y su comercialización apenas supone unos ingresos de cuatro millones", explica Pablo Carrilho, alcalde de Valencia de Alcántara. El edil, que lucha desde meses para convencer al gobierno luso de que la decisión es errónea, reconoce que el Lusitania es "insostenible" en su planteamiento actual. Pero cree que existen alternativas para rebajar hasta en un 70% su coste sin prescindir del trazado por Extremadura, "el más recto y directo".

Salvo que Portugal rectifique, los trenes Lusitania no volverán a circular por vías extremeñas. Así lo han pactado los dos países. Como contrapartida a la región, el Gobierno español ha garantizado que hará llegar un tren desde Madrid hasta la frontera lusa a partir del 15 de septiembre, manteniendo en servicio el tramo entre Cáceres y Valencia de Alcántara.

ULTIMO LUSITANIA EXTREMEÑO El Lusitania que circuló durante la madrugada de ayer hacia Lisboa abandonó la estación de Valencia de Alcántara pasadas las tres de la noche para adentrarse hacia Portugal. Pero ése no fue el último tren de este tipo que pisó suelo extremeño. Lo fue el que realizó el trayecto en sentido contrario, desde tierras lusas hacia Madrid. Así, pasadas las cinco y 20 de la noche, sus vagones llegaron a la estación de Cáceres. Solo su traqueteo sobre las vías rompía el silencio de la noche. No hubo nada de especial, pese a las numerosas acciones de protesta que sindicatos, políticos, colectivos civiles y ciudadanos han llevado a cabo desde que Portugal anunció sus intenciones a mediados del año pasado. Apenas una decena de persona esperaban el tren en Cáceres: cuatro viajeros que aguardaban para montarse, tres familiares que esperaban viajeros del Lusitania, un guardia de seguridad privada y el jefe de estación. "Es lo habitual. Suele circular completo y aquí se suben uno, dos, tres o cuatro viajeros, y bajan otros dos o tres", explicaba el agente, que lleva a sus espaldas muchas noches contemplando la misma rutinaria situación.

Como indica Angel Caballero, presidente de la Asociación Extremeña de Amigos del Ferrocarril, el Lusitania es un tren pensado para los usuarios de Lisboa y Madrid que necesitan viajar a la capital del país vecino, que quieren llegar a su destino a primera hora del día y que buscan ahorrarse la estancia en un hotel pasando la noche en el vagón. "La demanda en las estaciones intermedias, como las extremeñas, siempre ha sido

muy baja, porque los horarios para los potenciales viajeros de nuestra región han sido malos: las paradas en Navalmoral, Cáceres y Valencia de Alcántara siempre eran de madrugada", señala Caballero, exdirector general de Transporte de la Junta e investigador de la historia del ferrocarril en la comunidad.

Los cuatro pasajeros que subieron ayer en Cáceres al último Lusitania extremeño lo hacían por primera vez. Eran cuatro jóvenes: dos que regresaban a Madrid tras pasar unos días en la capital cacereña y otros dos que tenían que coger un vuelo en Barajas a primera hora de la mañana para ir de vacaciones a Roma. "Era la única combinación que nos permitía llegar a tiempo al aeropuerto", afirmaba Ricardo Manzano en el andén, mientras esperaba al tren. Ninguno de los cuatro sabía que, desde ayer, este tren deja de pasar por Extremadura. "Tendré que informarme y contactar con Renfe porque también he comprado un billete de vuelta para el próximo domingo", confesaba preocupado.

Para los clientes que, como él, habían reservado una plaza para viajar en el Lusitania a partir del 15 de agosto y tenían como origen o destino Extremadura, la empresa pública que gestiona los servicios ferroviarios en España ha puesto a disposición de estos viajeros servicios alternativos de traslado por carretera, así como la posibilidad de cambiar el billete o directamente devolver el dinero.

SIN ASIENTOS LIBRES El problema que plantea el Lusitania, y ese es el motivo por el que Portugal ha decidido poner fin a su conexión por Extremadura, no es tanto de falta de demanda como la escasa rentabilidad de las vías. Por el tramo ferroviario luso que comunica el centro del país vecino con Valencia de Alcántara únicamente circulaba hasta ahora este tren de pasajeros --además de un convoy de mercancías un par de veces por semana--. El Ejecutivo luso considera insostenible mantener así ese trazado, aunque la ocupación del Lusitania es alta. "No, no hay plazas libres. Vamos completos", reconocía en la madrugada de ayer, antes de arrancar rumbo a Navalmoral de la Mata, un empleado de Renfe encargado de atender a los pasajeros en los vagones de clase turista. "Compré los billetes en junio y entonces ya estaban completas las habitaciones con cama", constataba Ricardo Manzano.

Más que un golpe económico, la pérdida del Lusitania tiene un valor sentimental, simbólico e histórico para Extremadura. Los amantes del ferrocarril lo consideran casi un vestigio de los viajes en ferrocarril de hace 30, 40 o 50 años. En su interior, con las luces apagadas en los vagones, llama la atención el ambiente cargado, el aroma a moqueta o tapiz, y su aire casi fantasmal. Los pasajeros duermen o tratan de hacerlo, combatiendo el molesto e incesante traqueteo que provoca la circulación del convoy sobre las vías. Solo esporádicamente aparecen figuras casi espectrales entre la penumbra; son viajero que se levanta a estirar las piernas o acudir al aseo. Se respira un ligero olor a orín al pasar junto a los aseos en los vagones de clase turista. La cafetería y el comedor permanecen desiertos a la espera de que los camareros empiecen a poner desayunos a partir de las seis de la mañana, y hay vasos, tazas y algún plato sucio desde la cena de la noche anterior. En los vagones con cama, más caros y equipados, gobiernan el silencio y las puertas cerradas.

Ayer, cuando el último Lusitania extremeño llegó a Navalmoral, ya pasadas las seis y media de la mañana, solo dos nuevos viajeros lo esperaban. Una breve parada y, a las 6.38, el tren puso rumbo a Madrid dejando atrás por última vez una estación extremeña, 71 años después de su puesta en servicio y 130 después de la inauguración de la vía Cáceres-Valencia de Alcántara, por la que han viajado millones de personas hacia Madrid o Lisboa.