Lo ideal hubiera sido el anuncio definitivo de la violencia. No ha sido así. Pero habrá que confiar en que lo permanente, ese alto fuego anunciado, es lo que permanece siempre. Es decir, no puede haber marcha atrás en la decisión de ETA. El Estado debe aprovechar esta ocasión y cerrar con inteligencia y firmeza esta lacra criminal que dura más de treinta años. Tampoco puede ni debe haber concesiones políticas, aunque las exija ETA. La única concesión posible es la de permitir que estos independentistas, que hasta hora sólo contemplaban el uso del terror para intentar conseguir sus objetivos, defiendan sus ideas en los foros democráticos. Pese a todo, ¿hay que ofrecer algo a cambio a los terroristas? ¿Los presos?

En 1998, el expresidente José María Aznar, que ahora se niega en redondo a hablar de cualquier tipo de concesión a los etarras, dijo que él sabría ser generoso con ETA si dejaba las armas. ¿Qué quiso decir? Haría bien en contar ese generoso plan de ruta que tenía diseñado por si ayuda a concluir con éxito la esperanza que se abrió ayer con el anuncio del alto el fuego permanente de los terroristas. Y a los familiares de las víctimas hay que seguir arropándolos, también permanentemente y más que nunca, para que vean que el sacrificio de los que se fueron no fue inútil.

*Director Editorial del Grupo Zeta.