Gema tenía previsto viajar a Valencia ayer por la mañana para asistir en calidad de madrina al bautizo de un sobrino. Está casada y tiene una niña de apenas dos años. "Para no darle la paliza de ir en coche o autobús", ella y su marido decidieron ir en avión desde Sevilla, ocasión que además pensaron aprovechar para llevar a los padres de ella y a una tía que nunca habían montado en avión. Pero sus planes se truncaron al llegar al aeropuerto.

Estaba previsto que su vuelo saliera a las ocho y cuarto de la mañana, pero no despegó. "Cuando llegamos a la terminal había unas colas impresionantes y los teléfonos de información estaban colapsados. Vimos que el vuelo estaba cancelado y rápidamente buscamos otra opción, el ave", dice. Solo en los billetes de avión, el transporte al aeropuerto y una plaza de aparcamiento para el coche, la familia ya ha gastado unos 2.000 euros, cantidad a la que hay que sumar los más de 400 que han costado los billetes de tren. "Teníamos mucha ilusión en este viaje familiar y nos la han pisoteado. Una hora de vuelo se ha convertido en más de 15 de viaje", señalaba Gema, que no pierde la esperanza de regresar a Mérida el martes, por aire.