El peor enemigo es el que no se ve, el que avanza sin ser detectado: grandes cantidades de fuel que no han emergido a la superficie y que son llevadas por las corrientes. A este hidrocarburo se refirió ayer Mariano Rajoy con tono poco halagüeño. "La situación en las Rías Bajas --dijo el vicepresidente del Gobierno-- es preocupante". La amenaza pende sobre las tres grandes rías, las mayores reservas de marisco de Europa, "aunque en Arousa en menor medida que en Vigo y Pontevedra", añadió Rajoy. Además, el viento cambió para mal a última hora de ayer.

El Gobierno tiene especial terror a estas manchas semisumergidas, a veces acompañadas de una mezcolanza de aceite y pelotas de chapapote, indetectables desde el aire y que pueden emerger por sorpresa cerca de la costa. Además, los grandes barcos no pueden luchar contra ellas, por lo que tendrán que volver a utilizarse pequeñas embarcaciones.

DISPOSITIVO ESPECIAL

Rajoy explicó que 36 planeadoras, un remolcador y 12 barcos constituyen el dispositivo especial para la recogida del hidrocarburo en la zona. Actualmente trabajan en estas labores unas 7.800 personas, 4.550 de las cuales corresponden al Ejército.

La ría de Arousa espera con angustia la llegada de la tercera ola de fuel, pero los vecinos no quieren ser víctimas pasivas y han montado su propio batallón: un ejército de marineros con más de 3.000 barcos pesqueros y otros 1.000 mejilloneros esperan con sus propias armas, redes confeccionadas de modo casero. Esta vez cuentan con más artillería que la semana pasada.

En primera línea se sitúan un par de grandes barcos anticontaminación, algunas naves especializadas de la Armada y buques de la flota de altura, atuneros y de la flota del cerco. Cuentan, además, con al menos tres skimers que succionan fuel en el mar. En total, se han distribuido casi 6.000 metros de barreras (llegadas desde EEUU) en la entrada de la ría y más de 3.000 se han sido fondeadas en las zonas más exteriores. Los marineros ya ganaron la batalla de los despachos.