Se va de Interior con la satisfacción de no haber tenido que acudir a ningún funeral de una víctima del terrorismo, pero con el vértigo de asumir una de las áreas más delicadas del inminente proceso de paz: la dirección política de los servicios de inteligencia del Estado. José Antonio Alonso (León, 1960), que ha llevado con la máxima discreción las actuaciones que han conducido al anuncio de alto el fuego de ETA, acumula papeletas para convertirse en el guardián de los secretos.

Tiene dos características para salir airoso de esta prueba a la que le somete José Luis Rodríguez Zapatero: inteligencia y lealtad. Con la primera ha dirigido el Ministerio del Interior, y la segunda le ha valido para dirimir sus discrepancias con algunas actitudes del presidente.

Gran conversador y amigo de sus amigos, Toño, para sus allegados, ha echado de menos en estos dos años el placer de la tertulia distendida ante un café.

Expediente limpio

En Interior deja una hoja de servicios sin tacha: la creación del Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista y el Comité Ejecutivo para el Mando Unificado de Policía y Guardia Civil, además de la unificación de bancos de datos de ambos cuerpos. Puso las bases para crear 26.000 plazas de policías y guardias y firmó un acuerdo con los cinco sindicatos de la policía para subir los sueldos a agentes y guardias hasta equipararlos con los cuerpos autonómicos.

Además, aprobó una reforma del reglamento de explosivos, un plan contra la piratería, una unidad central contra el delito económico y fiscal, el carnet de conducir por puntos y la construcción de 46 nuevas cárceles hasta el 2012. Este año ideó un dispositivo policial para frenar la venta de droga en colegios.

En la lucha antiterrorista, además del alto el fuego permanente, en su mandato se produjo la detención en Francia del número uno de ETA, Mikel Antza, y su compañera, Amboto.

Aunque su elección para Defensa se decidió por la participación de este ministerio en el próximo proceso de paz, Alonso hereda de José Bono dos retos: la ley de la carrera militar, prevista para que "un soldado pueda llegar a general", en eslogan del propio Bono, y la derogación del régimen disciplinario militar de la Guardia Civil. Para más adelante queda su deseo: ser ministro de Justicia.