Los cirujanos han estado trabajando 24 horas durante los últimos dos días y están agotados, pero siguen llegando heridos. Las condiciones son terribles", clamó ayer el portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja en Bagdad, Roland Huguenin-Benjamin.

Los hospitales de la capital iraquí se ven ya incapaces de mitigar la colosal catástrofe humana en la que la guerra ha sumido a la ciudad, tras 20 días de intensos bombardeos. Un cataclismo agravado súbitamente por las devastadoras incursiones de las columnas acorazadas norteamericanas, que ayer volvieron a convertir en campo de batalla los barrios residenciales del centro de Bagdad. La riada de víctimas hacia los centros médicos se multiplicó y las ambulancias trataban de sortear las zonas de combates encarnizados. Al hospital de Kadimiya llegaron 18 muertos y 142 heridos; en el de Kindi ingresaron cuatro cadáveres y 176 heridos.

ESCASEZ DE MEDICAMENTOS

"Cualquier ciudad del mundo, cualquier hospital del mundo, tendría enormes dificultades para acoger en tan pocos días tantas víctimas con heridas de guerra", subrayó Antonella Notari, portavoz de la Cruz Roja en Ginebra, quien advirtió de que las clínicas bagdadís se están quedando rápidamente sin analgésicos, antibióticos, anestésicos e insulina. Además, los centros médicos sufren continuas interrupciones de los suministros de agua corriente y de electricidad.

El coordinador de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Jim Tulloch, declaró ayer a la cadena británica de televisión BBC que muchas de las víctimas civiles de la guerra eran niños con quemaduras de tercer grado o graves mutilaciones que requerían tratamientos y recursos médicos de los que carecen en estos momentos los hospitales de Bagdad.

Al mismo tiempo, casi la mitad de los iraquís tienen menos de 18 años de edad y muchos ya sufrían de malnutrición antes de que empezara la actual guerra del Pérsico. La mayoría de las familias iraquís depende totalmente de la asignación mensual de comida proporcionada por el Gobierno de Sadam Husein, una ayuda alimenticia que previsiblemente se agotará pronto.

Las organizaciones humanitarias están muy preocupadas de que el cerco de Bagdad se prolongue con tácticas clásicas de sitio militar, privando a la población de agua potable y víveres.

La mayor parte de las fuerzas mecanizadas de Estados Unidos que ayer destruyeron gran parte del centro de Bagdad se retiraron tras los combates y un portavoz militar estadounidense, el capitán Frank Thorp, pronosticó que la lucha continuará durante días: "Nos quedan todavía muchas batallas por librar".

Todos los testigos coincidieron en que los combatientes iraquís presentaron una decidida resistencia, especialmente en la contienda por el control de los puentes sobre el río Diyala (afluente del Tigris) que acceden a la ciudad desde el Este y en los que los marines sufrieron muchas bajas.

PALACIOS INVADIDOS

Pese a todo ello, el tono de los mandos aliados era ayer bastante triunfalista, después de que el raid de más de un centenar de tanques y blindados, apoyados por aviones de ataque a tierra A-10 Thunderbolt, se transformase de mera incursión en conquista.

En un principio, el Estado Mayor de EEUU afirmó que el ataque no pretendía capturar terreno sino destruir posiciones de los defensores, pero a media tarde la Tercera División de Infantería se había apoderado del gran complejo presidencial de Sadam Husein, en la orilla occidental del Tigris, y de otro palacio del líder iraquí en el centro de la ciudad. "Hay dos palacios y nos los hemos quedado los dos", manifestó, ufano, el teniente coronel Peter Bayer, jefe de operaciones de las tropas. Desde el Mando Central en Qatar, el general Vincent Brooks lo confirmó: "Los comandantes en el teatro de operaciones serán los que tomen las decisiones sobre qué zonas de Bagdad quieren controlar", subrayó. Tras adueñarse del principal palacio de Sadam a costa de duros combates con morteros y ametralladoras pesadas, los oficiales decidieron mantener tres batallones blindados en el casco urbano.

MUERE UN PERIODISTA ESPAÑOL

En el exterior de la ciudad, a muy poca distancia del frente, se desarrollaba otra tragedia bélica. Un misil iraquí alcanzó el puesto de comunicaciones de la Segunda Brigada de la Tercera División y mataba a dos soldados norteamericanos y a dos periodistas, uno de ellos el enviado especial del diario El Mundo , Julio Anguita Parrado, hijo del exlíder de Izquierda Unida. Su muerte provocó una gran conmoción en la clase política y la opinión pública españolas, que ayer debatían acaloradamente sobre los horrores de la guerra en curso.

Julio A. Parrado, como firmaba sus crónicas, era un excelente periodista y mejor compañero, cuya pérdida apesadumbra a toda la profesión y consterna a los muchos lectores que siguieron su trayectoria profesional. Al morir, nos deja el legado de la pasión con la que siempre quiso informar, compartir el conocimiento de lo que ocurre en el mundo, y su mejor recuerdo será que todos los españoles digan a una: "¡No a la guerra!".