A María Concepción no le convence el independentismo. Por eso y, básicamente «por descarte», votó a Ciudadanos en las elecciones catalanas del 21D, aunque le ha asombrado mucho la llamativa subida de este partido. «La izquierda no me gusta, ¿qué opción me quedaba?», asegura esta madre de 38 años -a la que todo el mundo llama Maru- que tiene una niña de tres y un bebé de cinco meses.

A Nuria le molestó la convocatoria de estos comicios: «Porque nos obligaron a ir a las urnas», asegura tajante. Ella, que participó en el considerado referéndum ilegal del 1-0, le dio su apoyo a ERC. «A mí me ha sorprendido igualmente el resultado de Ciudadanos», asegura esta, también, madre de 42 años con dos niñas de 13 y 10.

Ambas son hermanas, se apellidan Oreja Chacón y sus padres pertenecen a esa generación de emigrantes extremeños que llegaron a tierras catalanas en busca de un futuro digno. La familia procede de Badajoz, de hecho, su padre (ya fallecido), que era policía nacional, se empeñó en que sus hijas nacieran en la capital pacense. «Me vine con nueve días aquí», cuenta Maru. «Él no quería saber nada de Cataluña», apunta Nuria. Dejó dicho que lo enterraran en su ciudad natal.

EL EJEMPLO / Maru y Nuria representan a las dos Cataluñas que existen; una sociedad dividida en la que abundan familias emigrantes como la suya (según el INE hay más de 120.000 extremeños, muchos con hijos y nietos, además de los habitantes procedentes de otras regiones como Andalucía Murcia o Galicia).

Más allá de la crispación y de discursos políticos incendiarios, ambas hermanas quieren ser el ejemplo de que la convivencia basada en el respeto al otro es posible. «Lo que sí tenemos claro es que delante de nuestras hijas nunca discutimos de política», afirma Nuria.

Las elecciones del 21 de diciembre han venido a evidenciar que efectivamente esas dos Cataluñas respiran con la misma fuerza y que están destinadas a entenderse dejando a un lado el lenguaje bélico que ha alimentado la tensión y el nerviosismo, pero también la tristeza.

Así lo vive Maru: «Ahora se defiende lo que se piensa con uñas y dientes. Antes cada uno tenía su forma de ver las cosas y nadie se metía. Y claro que afecta: a las familias, amigos, en los grupos de Whatsapp, incluso en el trabajo... Va a tener que pasar mucho tiempo para que volvamos al grado de cordialidad de antes».

«MUCHO DAÑO» / Echa la vista atrás para recordar los últimos meses y no puede evitar poner el foco en las cargas policiales: «Hicieron mucho daño, significó un antes y un después. Además venían con una etiqueta: Madrid. Y Madrid es PP». «Como mi padre -continúa Maru- fue policía nacional yo siempre les he tenido mucha estima. Entiendo que cumplían órdenes, pero no estuvo bien. Y no se olvida».

También habla de las reacciones tras la encarcelación de políticos: «Cuando Puigdemont se marchó a Bélgica a la gente le pareció muy mal, pero después de ver a otros entrando en prisión, hubo muchos que lo entendieron». Y añade que teme que aún queda «algo feo» cuando se tenga que formar gobierno.

Aunque Maru, que se define como «mitad catalaña-mitad extremeña», no se considera independentista, sí reconoce que hay «partes que entiende». «Tienen derecho a defender lo que es suyo, pero es cierto que no pueden hacerlo como hasta ahora».

LA OTRA VISIÓN / Su hermana Nuria, que se siente «muy catalana», define así el respeto: «Si mi hija quiere tener una bandera de España, a mí me parece bien, porque no existe ese adoctrinamiento que tanto se critica». Su argumento para defender la independencia es claro: «Nos sentimos maltratados desde Madrid». Por eso cree muy necesario que se inicie un diálogo, una negociación, entre ambos gobiernos.

En cuanto al 21D, se plantea: «¿Cómo se gobierna desde el exilio?» Hay muchas dudas de lo que va a pasar ahora».

Ella recuerda la «histórica jornada» del 1-0 con gran emoción: «No tuvimos ningún problema para votar, fue una suerte, aunque nunca podremos olvidar la violencia que hubo en otros sitios».

Nuria cuenta que en su trabajo (las dos hermanas son contables) han llegado nuevos compañeros de fuera de Cataluña y que se han sorprendido bastante: «Esperaban que aquí hubiera una gran crispación».

«A mí hay cosas que piensa Maru -apunta- que no me gustan, y se lo digo, pero no significa que esté en contra de ella, sino que critico al partido que defiende esos argumentos».

En lo que sí coinciden ambas es en que no existe ninguna guerra con el lenguaje: «Cambiamos del catalán al español y al revés según la circunstancia». A sus hijas también se los alternan para que aprendan y normalicen ambos.

Los testimonios de Maru y Nuria, con posturas diferentes frente al independentismo, vienen a dar algunas claves de cómo la sociedad catalana vive su realidad. Sin obviar que la crispación, la tensión y el nerviosismo siguen presentes, ambas hermanas hijas de emigrantes extremeños quieren dejar claro que una realidad es el enfrentamiento político y otro la familia, los amigos, el día a día... Sostienen que Cataluña es un lugar acogedor «que no discrimina», una región «solidaria», y que ha llegado el momento de «una negociación democrática».

Consideran que una vez pasadas las elecciones, es hora de avanzar. Argumentan que las dos posiciones deben seguir existiendo y apelan al «diálogo real» como única arma para abrir un camino que no desemboque en la confrontación sin salida. Y en sus temidas consecuencias.