Las imágenes en blanco y negro del joven John McCain arrastrado por un grupo de vietnamitas en un río de Hanoi son de las que marcan una vida entera. Era el 27 de octubre de 1967, el caza que pilotaba había sido abatido, McCain se había fracturado ambos brazos y una pierna, y sus rescatadores --una turba de casi adolescentes-- lo golpearon antes de entregarlo. McCain pasaría como prisionero de guerra cinco años y medio, en los que fue torturado, rechazó una liberación que entendía privilegiada y acabó grabando un vídeo de propaganda norvietnamita del que después se lamentaría amargamente. Suele decir McCain que en esos años reafirmó el amor a su país. Que en esos años aprendió a luchar, una de las marcas de la casa de su estilo político.

No es que antes de que su avión fuera derribado McCain fuera cojo de patriotismo. Hijo y nieto de militares, nació en el canal de Panamá (entonces bajo control militar de EEUU) el 29 de agosto de 1936. Moviéndose de destino en destino con sus padres, lo lógico es que sucediera lo que ocurrió: que siguiera la tradición familiar y optara por una carrera militar en la Marina. De aquellos años mozos queda el recuerdo de un McCain bien dotado para el boxeo; algo pendenciero y bullicioso, con ciertos problemas para respetar la disciplina; un piloto en ocasiones demasiado desatado pero con un alto sentido del honor, y dotado de unas apreciables condiciones para el liderazgo.

Vietnam y divorcio

Graduado en 1958, la primera misión de combate de McCain fue en Vietnam en 1967. En 1965, se había casado con Carol Sheep, una modelo con dos hijos que el candidato adoptó, y con quien tuvo una hija. Estuvieron casados hasta 1980, y en sus memorias, describe cómo ella nunca acabó de acostumbrarse a los rigores de la vida militar y, sobre todo, el efecto negativo que tuvo en su relación la larga ausencia durante su cautiverio.

Los cinco años y medio en poder del Vietcong forjaron el carácter del piloto, además de encanecerle el cabello, dejarle cicatrices y discapacidades para el resto de su vida y enseñarle la lección de que todo el mundo tiene un límite. McCain no fue un prisionero más. En su cautiverio, su padre fue nombrado comandante de las tropas de EEUU en Vietnam, y eso lo convirtió en una preciada pieza propagandística. Rechazó que lo liberaran porque había prisioneros que llevaban más tiempo en cautividad. También se enemistó con los grupos de pacifistas que pululaban por Hanoi, algo que incluso hoy se le reprocha en el movimiento antiguerra. Sometido a torturas, acabó grabando un vídeo antiestadounidense, algo de lo que siempre se ha arrepentido.

Su captura y cautiverio fueron ampliamente cubiertos por la prensa estadounidense. Era lógico, pues, que a su regreso de Vietnam se convirtiera en una celebridad. Pero también sufrió un duro proceso de recuperación de sus heridas que nunca fue completo, como demuestra su incapacidad de levantar los brazos por encima de la cabeza. Sin posibilidades de aspirar a almirante a causa de su situación física, acabaría retirándose del Ejército como capitán.

El gusanillo de la política ya había empezado a incubarse, debido a que durante un tiempo ejerció de enlace entre el Senado y la Armada. Por el camino, su matrimonio ya se había roto (más tarde asumiría la responsabilidad de ello, entre otros motivos por sus infidelidades) y McCain se había enamorado y casado con Cindy Lou Hensley, heredera de un emporio cervecero de Arizona. Uno de los padrinos del enlace fue el senador demócrata Gary Hart. Con Cindy ha tenido cuatro hijos, dos de ellos militares (uno está ahora en Irak) y una adoptada en Bangladés.

Las cuentas domésticas

Los dos cónyuges separaron sus respectivas cuentas corrientes y, en casa de los McCain, es Cindy quien lleva los números, como se demostró en esta campaña cuando se le preguntó al candidato cuántas casa posee y no supo dar el número exacto. Son siete. Con la polémica desatada, seguro que ya no se le olvida.

Arizona se convirtió, pues, en su hogar por elección. Allí inició una carrera imparable, que le llevó a ser representante del estado de 1983 a 1987 e imbatible senador desde 1986. Su biografía hacía de él un candidato ideal para el Partido Republicano, aunque lo lastraban otros aspectos de su carácter: irascible e imprevisible, desde el principio McCain se ganó una reputación de radical libre del Partido Republicano (la famosa imagen del maverick ) aunque, en perspectiva, su currículum de votaciones es sin duda conservador. Pero nunca fue muy amigo de lobistas y fue capaz hasta de votar en contra de decisiones de su ídolo Ronald Reagan, como la de enviar marines al Líbano.

No hay duda, él mismo lo admite, de que su experiencia militar marca su personalidad política. En sus memorias, el senador escribe que en su primera misión se dio cuenta de que los líderes políticos civiles no entendían cuáles son las verdaderas necesidades de los soldados en el campo de batalla.

Casi palabra por palabra, esa fue la crítica que cual gota malaya desató contra la Administración de Bush ante cualquier micrófono que se le puso por delante por cómo encaró la guerra de Irak una vez las tropas estadounidenses derrocaron a Sadam Husein y empezó el auténtico conflicto bélico, a pesar de que McCain defendió (y aún defiende) la necesidad de la invasión. De su periodo como prisionero de guerra nace su inequívoca posición contra la tortura, que le llevó a chocar de nuevo con George Bush por Guantánamo, las cárceles secretas y las técnicas de interrogatorio a los sospechosos de ser terroristas.

El primer intento

El entorno mediático republicano siempre le acusó de pasar cuentas con Bush por lo ocurrido en el 2000. Entonces, McCain era uno de los grandes nombres de las primarias republicanas. El otro era Bush. Fueron unas primarias sucias, en las que McCain sufrió el estilo Karl Rove --se llegó a decir que su hija adoptada era fruto de una infidelidad-- y se separó de la base conservadora del partido y, por supuesto, del movimiento neocon. Perdió, la única derrota hasta el momento de su carrera. Por eso es una triste ironía que el mayor problema con el que se ha topado McCain en esta campaña electoral sea que se le presente como continuador de Bush.

Amigo de la prensa

En aquella campaña de las primarias McCain cimentó la imagen de maverick. En los ocho años de Bush, continuó desafiando a su partido impulsando en el Senado con colegas demócratas legislaciones sobre financiación electoral y regulación de inmigrantes sin papeles. Uno de los mejores amigos de la prensa por su estilo abierto y su sentido del humor, McCain no era uno de los favoritos cuando se inició el largo proceso electoral. Y peor se le pusieron las cosas cuando, en agosto del 2007, su campaña se declaró en bancarrota y tuvo que despedir a casi todo el equipo.

Lo apostó todo a su carisma, su capacidad de trabajo y Nuevo Hampshire. El estado en el que ya venció en el 2000 tampoco lo decepcionó, y su victoria allí lo catapultó, con ocho años de retraso, a la candidatura presidencial del partido. Le esperaba Barack Obama, para mantener un duelo entre dos símbolos perfectos de dos EEUU muy diferentes pero igualmente auténticos.