A Ignacio Sánchez Amor, cacereño de Jaraíz de la Vera, de 43 años, no le vendrá extraño el cometido y las funciones del cargo que le ha sido encomendado por el presidente de la Junta, por lo que tiene de continuidad en su labor de contacto permanente con el máximo mandatario regional, aunque sí es nueva su entrada en el Gobierno regional. De hecho, lleva ya dos lustros en el círculo de confianza de Ibarra.

Separado y padre de dos niñas, Sánchez Amor es un enamorado de Portugal, país con el que mantiene estrechos lazos profesionales. Amante y coleccionista de arte moderno, el nuevo vicepresidente es desenfadado e informal en su forma de vestir en sus momentos de ocio y descanso.

Abogado, con plaza por oposición en el Gabinete Jurídico de la Junta, su primer contacto con el poder fue un efímero paso por la asesoría del Ministerio de Justicia, cuando era titular de este deparamento Enrique Múgica. De ahí pasaría, en 1989, a su debut en un Ejecutivo extremeño, al ser nombrado secretario general técnico de la Consejería de Presidencia.

En 1993 toma contacto con el entorno más próximo a Ibarra, al ocupar la secretaría técnica de Presidencia, que tres años después cambiará por la dirección del Gabinete del Presidente, donde ha ejercicio hasta su nombramiento como vicepresidente. Desde este cargo en la sombra, por su despacho ha visto pasar a muchos de los consejeros que han participado en el proyecto de Ibarra, quien ahora tira de él para aprovecharse de su experiencia.

Paralelamente, su dominio de los idiomas --habla inglés, francés y portugués, y lee el italiano--, le ha valido ejercer la representación de Extremadura ante la Unión Europea y, particularmente, tomar protagonismo en las relaciones con Portugal, olvidadas durante demasiado tiempo. Así, ha dirigido el Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Fomento Exterior de Extremadura, encargada de la oficina en Bruselas, y el Patronato de la Fundación Centro de Documentación Europea de Extremadura.

Por lo que se refiere a su trayectoria política, se incorporó al PSOE cuando aún no había cumplido los 20 años, en los primeros años de la democracia, y ya ejerció como coordinador local de la campaña electoral socialista en las legislativas de 1982, además de integrar las listas del PSOE a la Asamblea al año siguiente.

Tras un largo periodo de militancia en Jaraíz, sus responsabilidades en el Gobierno, unidas a la difícil situación que atravesaban los socialistas emeritenses, con la derrota en las municipales de 1995, y la debacle posterior en 1999, cuando el PP se vio reforzado por una mayoría absoluta, le condujo a trasladar su carnet a la capital.

Desde ahí inició una labor de reconstrucción interna del partido, que le llevó a asumir la Secretaría Local a principios del 2001.A él correspondió la difícil tarea de convencer a los militantes más antiguos de que había que confiar en Angel Calle, un extraño, cuando no un enemigo, para muchos, como cabeza de lista para recuperar la Alcaldía de Mérida.

Fue quizá, la del 25-M, su jornada más amarga, ya que la satisfacción por el crecimiento electoral, no pudo paliar la decepción porque el PSOE, por unos votos, fuera de nuevo oposición.