Los que rodean a José Luis Rodríguez Zapatero, pese a que muchos le conocen bien, se quedaron ayer sorprendidos con su reacción al conocerse los datos definitivos. Quizá sea bueno tener un presidente con sangre de hielo, que es muy distinto de uno con el corazón de hielo.

Zapatero Presidente. Bueno, pues le salió bien el eslogan electoral. Y desde Ferraz se comenzó a gritar por las calles, con un Felipe González, al que se le saltaban las lágrimas, de testigo. Los centenares de socialistas que esperaban en la calle empezaron a saltar de alegría. Hasta que se daban cuenta de que estaban tristes, porque la sangre derramada el jueves todavía corre por las calles de la capital. Los socialistas no sabían si podían alegrarse.

Y, tras los aplausos, la emoción, el minuto de silencio por las víctimas de las bombas, comenzaba a funcionar la máquina de los cálculos. El PSOE se ha quedado a unos cuantos escaños de la mayoría absoluta. Zapatero puede gobernar, pero navegando en un mar de acuerdos y desacuerdos parlamentarios que va a convertir la legislatura en algo modélico: aquí ya no hay más remedio que pactar.

De los temas de Estado, ya se sabe: habrá que hacerlo con CiU y con el propio Partido Popular. Para los primeros pasos, para los urgentes, no hay problema, porque es el terrorismo. En eso, encontrarán en seguida los nuevos gobernantes un apoyo suficiente. Pero de inmediato surgirá el asunto de Irak, con toda su potencia. Si en junio la ONU no ha tomado las riendas del asunto, las tropas a casa.

Hubo algo serio en los militantes que esperaban la aparición de su líder: la contemplación de otros líderes que salían a los monitores a valorar el resultado. Cuando apareció Gaspar Llamazares, y antes de que dijera una sola palabra, hubo un aplauso atronador. Los de Izquierda Unida se habían quedado con cinco diputados y los del PSOE sabían que se los habían quitado ellos. Pero ya no está Anguita. A nadie le dio un ápice de alegría. A Zapatero le dijeron los suyos que, aunque sume poco, IU tiene que existir en el Parlamento. Y en la sensibilidad.

Silbidos y sarcasmo

Los silbidos fueron para Acebes y Rajoy. Silbidos y algún comentario sarcástico. Pero Zapatero no entró al trapo fácil: dijo que Rajoy había sido un digno rival. Y le tendió la mano para hablar de los temas gordos. Zapatero cuando habla parece que se cree lo que dice. Por eso quizá ha ganado. O también por eso. Y dijo que el poder no le va a cambiar. Los suyos también le creen.

Lo cierto es que la campaña ha cambiado a este hombre. Ha tomado tablas. Ha aprendido. Y ha resistido las grandes tentaciones que le podían haber llevado a calentar su sangre para enfrentarse a la actitud salvaje de sus rivales. Ni siquiera se dignó encebarse con el tipo más manipulador y obscenamente autoritario que ha pasado por TVE, un tal Urdaci.

Pero volvamos al principio. A un par de horas antes de que Zapatero se creyera que había ganado. En las filas de los socialistas se manejaban ya algunos sondeos de forma discreta: iban a empatar con el PP. Un resultado extraordinario que significaba que ganaban 30 diputados y tendrían que medirse a un rival correoso y poco proclive a dejar las sillas ministeriales. Con la clara conciencia de que hay asuntos pendientes en este país que exigen acuerdos profundos con otras fuerzas. Lo que sí sabían todos era que el PP iba a ser incapaz de pactar con nadie, después de haber dejado un reguero de enemistades tras los últimos cuatro años de Gobierno ensoberbecido de Aznar.

El empate les daba ya la idea de que ganaban, siempre que consiguieran un voto más, desde luego, y las cifras comenzaron a cantar de una manera exagerada. El PP perdía más de 30 diputados y el PSOE ganaba casi 40. Algo que ni los más optimistas del círculo del nuevo presidente podrían haber soñado. Zapatero ha sido el único socialista que se ha atrevido a decir durante la campaña que iban a ganar. Y le ha pasado.

Madera de presidente

Lo que sucede es que él ha sabido aguantar hasta que esto sucediera. Sin cambiar el tono, sin torcer el gesto. Al final, va a resultar que este hombre tiene madera de presidente. El que se acaba de ir en lugar de madera tenía cemento.

Zapatero es el hombre que volcó el barco.