CACERES

En la retaguardia extremeña, los jóvenes de la ESO no saben a qué atenerse. En el IES de Segura de León, el director les enseña sintaxis con cláusulas en las que los iraquíes son el sujeto paciente; Aznar, el complemento agente y el petróleo, el complemento circunstancial de causa. Pero en el colegio San Calixto de Plasencia, una profesora los expulsa de clase si van con pegatinas contra la guerra.

Cuentan los cronistas sorprendidos que en otras retaguardias son los estudiantes de instituto quienes se muestran más combativos, pero en la ESO y el Bachillerato de la retaguardia extremeña prima el pacifismo perezoso: se hace huelga, sí, pero en la cama.

En la universidad es distinto. Aznar está consiguiendo su pronosticada segunda transición: la peña del botellón se transmuta en colectivo solidario y politizado, los estudiantes más jóvenes dinamizan la lánguida vida universitaria, renace la movilización social y vuelven las banderas ácratas y republicanas, las pancartas ocurrentes, las consignas.

Los colectivos cacereños se preparan concienzudamente para la manifestación-cacerolada de este jueves: más pancartas, más cazuelas, más gente... Es a las 20.30 horas en el quiosco de la música. Las movilizaciones se extienden por la región y llegan a Llerena, a Arroyo San Serván...

Los políticos, mientras tanto, callan o participan discretos. En Cáceres, la Ejecutiva Local del PSOE y varios cargos públicos, que estuvieron en la manifestación del pasado jueves, volverán a la cacerolada. ¿Y Saponi? Bueno, navega como puede. El hombre quiere los huevos y los pajarinos: apoya la paz en el pleno municipal de Cáceres, pero no envía la resolución a Madrid, no se vaya a enterar Aznar.