Más emocionado que eufórico, Juan Carlos Rodríguez Ibarra llegaba al filo de la una y cuarto de la madrugada del lunes a la sede regional del PSOE, donde le recibía una cerrada ovación de los numerosos militantes allí congregados. En su rostro y en sus declaraciones se atisbó que parecía ser el único consciente de la importancia del logro: partir de una mayoría absoluta, donde quizá la costumbre ha hecho que parezca fácil lo difícil, para incrementar aún más la ventaja y demostrar y demostrarse que tras 20 años se pueden romper aún techos electorales.

Quizá por ello sus primeras palabras fueron de agradecimiento por la "complicidad" que le han demostrado los extremeños para, después, esbozar a grandes líneas sus intenciones: continuidad en el tono y renovación en los enfoques. Esta segunda parte daba pie a otro mensaje: las nuevas políticas obligan a cambiar el Gobierno, aunque sólo pondrá caras a ese cambio cuando se acerque el debate de investidura (sólo desveló que no piensa repescar a Javier Corominas).

También agradeció a su partido que le haya apoyado, ya que, dijo: "No tengo competidores dentro", lo que ha evitado conflictos y desgaste interno.

Un mensaje más, también una declaración de intenciones, antes de analizar los resultados municipales y la situación en la que queda su más directo rival: Extremadura tiene que asumir sus responsabilidades como parte integrante de España, y ante el ascenso nacionalista en el País Vasco, alzar su voz en defensa de un proyecto nacional diverso pero unido, que garantice la cohesión y la integridad.

ROMERA Y FLORIANO

Llegó así al único punto de amargura de la noche, la derrota en Mérida. Ibarra se mostró duro con su excompañero de partido y ahora dirigente independiente Juan Manuel Romera, al que, sin nombrarlo, tachó de traidor, y auguró que "Roma sí pagará esta traición".

Respecto a Floriano, aseguró que no quería ser "cruel" con él, aunque le apuntó que la derrota "tiene una lectura política", ya que actuar contra la gente se termina pagando en las urnas.

Su única petición a la oposición fue que "por una vez" reconozcan la victoria socialista, y se elimine del discurso político la alusión continua al caciquismo de la Junta como excusa para todo.