El 16 de octubre de 1978, después de tres días de cónclave, se abría el balcón de la plaza de San Pedro y se anunciaba que Karol Wojtyla era el sucesor de Juan Pablo I. Pocos sabían quién era aquel joven cardenal polaco, el primer Papa no italiano desde 1522.

MANO DURA CONTRA

LA DISCREPANCIA

El bloqueo entre el candidato conservador, Giuseppe Siri, y el progresista, Giovanni Benelli, había conducido dos meses antes a la elección de una solución de compromiso, Albino Luciani (Juan Pablo I), que sucumbió a la responsabilidad de suceder a Pablo VI. El empate se reprodujo y esta vez, gracias a los oficios del cardenal progresista Franz König, el elegido fue el arzobispo de Cracovia. Un hombre con el carácter, la fuerza y las convicciones necesarias para restañar las divisiones del posconcilio y para brindar una guía clara al catolicismo en medio de las crisis de la modernidad.

Pese al nombre que eligió para su pontificado, Juan Pablo II no fue elegido para lanzar a la Iglesia a una renovación como hizo Juan XXIII, y sí para abandonar el mar de dudas de Pablo VI. Y lo demostró en el primero de sus viajes, cuando condenó la teología de la liberación en Puebla (México, 1979), y con la sucesión de admoniciones a teólogos (Hans Küng, 1979, Leonardo Boff, 1984) o episcopados (la llamada de atención a los obispos holandeses en 1980).

VIAJES, SANTOS Y CATECISMO COMO ACTIVIDADES

Juan Pablo II ha ejercido su poder con la misma autoridad absoluta que casi todos los pontífices desde la instauración del dogma de la infalibilidad en 1870 y con un control absoluto de las iglesias locales que choca con el principio de la colegialidad del Vaticano II. Lo teorizó el cardenal Ratzinger en su Encuesta sobre la fe de 1985, libro en el que cuestionaba el papel de las conferencias episcopales nacionales, y lo ha llevado a la práctica la curia en todos los nombramientos episcopales.

Pero además, el Papa se benefició del desarrollo de los medios de comunicación de masas para lograr un hilo directo con los fieles de todo el mundo inédito en la historia. Un ejemplo es el lanzamiento como best seller del Catecismo de 1992, en perjuicio de la edición de catecismos locales. O la proliferación de beatificaciones y canonizaciones. Pero el gran mecanismo de evangelización de masas, para unos, o de papolatría, para otros, han sido los viajes: 130 países, 697 ciudades. Nada como las jornadas mundiales de la juventud para ilustrar la cara y la cruz del Papa viajero: ha reunido a millones de jóvenes (un millón en París, 1997; dos en Roma, en el año 2000) en países donde sus instrucciones en materia de moral sexual apenas son cumplidas.

ANTES Y DESPUES DE LA

CAIDA DEL MURO DE BERLIN

Wojtyla se formó durante la invasión nazi de Polonia y creció bajo la ocupación comunista. Su hostilidad a toda forma de totalitarismo de Estado y su inicial simpatía hacia los nacionalismos tiene unas raíces inequívocas. Frente a la apertura al Este de Pablo VI, que apostaba por la coexistencia de los dos bloques, Juan Pablo II aspiró desde el primer día a la "unidad espiritual de Europa". Es decir, a un hundimiento del telón de acero que nadie hubiese previsto en 1978 y que, según Mijail Gorbachov, hubiese sido "imposible sin la presencia del Papa".

En su primera visita a su país natal (junio de 1979), empezó a sentar las bases del sindicato Solidaridad. La semilla tardó en dar fruto, pero acabó por cambiar el mundo. Y la visión del mundo del Papa. En 1991 bendijo la secesión de Yugoslavia, como un episodio más del desmembramiento del bloque socialista. El drama de Bosnia lo hizo rectificar y lanzar una cruzada contra el nacionalismo exacerbado. Y la victoria del liberalismo occidental hizo cambiar sus prioridades. Sus requisitorias pasaron a dirigirse al capitalismo salvaje, a guerras injustas como las de EEUU en el Golfo o al desequilibrio Norte-Sur. Su reconciliación con el judaísmo no le ha impedido defender al pueblo palestino.

DOS GRANDES FRUSTRACIONES EN EL CAMPO DE LA MORAL

Juan Pablo II ha prodigado los gestos en búsqueda de la unidad de los cristianos y del diálogo entre las religiones. Los resultados de esta apertura suponen una de las grandes frustraciones de su pontificado. El Papa hizo historia al ser el primero en visitar una sinagoga (Roma, 1986) y tratar de hermanos mayores a los judíos. Pero la reconstrucción de la jerarquía católica en la antigua URSS en 1991 y las guerras balcánicas envenenaron las relaciones con los ortodoxos. Y los mismos planteamientos que han alejado del Papado al catolicismo progresista europeo ---el papel de la mujer, el celibato, el aborto, los anticonceptivos, el divorcio, el centralismo romano o la democratización de la vida de la Iglesia-- han impedido una convergencia real con las confesiones protestantes.

DEL ATENTADO A LA

ENFERMEDAD DEL PARKINSON

El atleta de Cristo recibió su primer revés el 13 de mayo de 1981 cuando Alí Agca le disparó dos veces a corta distancia. Se le tuvieron que extirpar 55 centímetros de intestino y la convalecencia fue difícil, pero Juan Pablo II se recuperó. El declive de la salud del Papa empezó realmente en 1992, cuando fue operado de un tumor.