La oposición, ampliamente extendida en Irak, al envío de tropas por parte de Ankara tuvo ayer su primera expresión violenta. Un kamikaze hizo estallar un coche bomba frente a la Embajada de Turquía en Bagdad. En el atentado sólo murió el propio suicida, pero 10 personas resultaron heridas. Al menos cuatro de ellas eran empleados de dicha embajada.

Un portavoz militar de las fuerzas de Estados Unidos, el coronel Peter Mansoor, señaló que el edificio contra el que se estrelló el vehículo estaba muy fortificado. Mansoor añadió que la seguridad en esta embajada había sido reforzada porque tres días antes, algunos delatores habían informado del peligro de un ataque.

MINIMIZAR EL ATENTADO

El primer ministro turco, Recep Tayyop Erdogan, intentó minimizar el atentado y afirmó que no tenía nada de ver con el envío de las tropas. "Este ataque terrorista es uno más de la serie de ataques terroristas que se han producido en Irak. No lo vemos como una respuesta terrorista a nuestra decisión de enviar tropas", señaló Erdogan.

Por su parte, un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores en Ankara sugirió que el ataque pone de manifiesto la necesidad urgente de enviar a los soldados: "Al igual que el ataque contra la sede de la ONU, este ataque demuestra que la situación de la seguridad en Irak es terrible. Los aliados de EEUU tienen que actuar rápidamente para ayudar a estabilizar el país".

A la situación de caos e inseguridad que reina en todo el territorio de Irak se añaden los enfrentamientos entre facciones iraquís. En Kerbala, un iraquí murió y otros 24 resultaron heridos en una batalla campal entre grupos shiís, en la que se enzarzaron los milicianos del jefe radical Moqtada Sadr contra los partidarios de otro líder shií, Ali Sistani.