Manuel Veiga afronta con serenidad los que posiblemente serán sus últimos meses como presidente del Parlamento extremeño, cargo que ocupa desde octubre de 1997. Amante de la universidad, la política y el derecho, ha ocupado cargos de responsabilidad política desde el 7 de marzo de 1983, cuando fue nombrado consejero de Presidencia del primer Gobierno de la autonomía extremeña. Poco después ocupó la presidencia de la Diputación de Cáceres, entre 1983 y 1995, "El primer día que me senté en el despacho no tenía ni idea de qué hacer", explica este hombre que milita en el PSOE desde 1976.

Aunque nació en un pueblo de Salamanca (Alba de Tormes), vive en Extremadura desde los diez años, estudió Filosofía y Letras, es profesor titular de Derecho Romano en la Universidad de Extremadura y técnico superior de la Seguridad Social. Seguidor del Atlético de Madrid desde siempre, el presidente de la Asamblea reconoce que siempre ha sido muy contestatario en todos los foros políticos --incluso dentro de su partido-- y siempre que habla da la impresión de que calla mucho más de lo que cuenta.

¿Han cambiado mucho los políticos extremeños en estos veinte años de autonomía?

--Sin duda alguna ha habido una evolución muy positiva. Recuerdo que los políticos del año 82 no se creían que estaban haciendo política. Lo más difícil de aquella época era sustituir a una clase política franquista, experimentada, por otra nueva que no tenía mucha idea. En las primeras elecciones yo era secretario de Relaciones Municipales del PSOE y a la mañana siguiente de ser elegidos los alcaldes me llamaban porque querían saber qué tenían que hacer, no sabían ni sentarse.

¿Los políticos de ahora lo tienen más fácil que ustedes?

--Ahora es más fácil pero más sutil, tienen que dejar los atavismos y los clichés de forma más sutil. Las relaciones humanas no deben impedir que haya una relaciones políticas, incluso agresivas pero educadas.

¿No se está perdiendo calidad en el discurso político hasta el punto de que a veces la Asamblea parece los bajos fondos de Nueva York?

--Sin duda esta es una prueba de inmadurez política de algunos diputados.

¿Considera que hay suficiente nivel cultural en nuestros políticos?

--Hay una norma general: los políticos representan lo que la sociedad es. No vienen de otro mundo ni son extraterrestres, pero el nivel de los políticos de Extremadura es muy alto.

Haciendo un símil futbolístico, ¿quién es en estos momentos el político con más clase, el Zinedine Zidane de la política extremeña?

--Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y no lo digo por razones de cargo, de partido o de jerarquía. He estado a su lado desde 1982 y no conozco político que crea más en lo que hace. Una de las cosas que le definen es su autenticidad. Tiene en su oratoria muchos altibajos, aunque partiendo de un buen nivel, pero tiene una capacidad de convicción a propios y extraños, incluso a la oposición, que es temible. Tanto que existe el miedo escénico por parte de la mayoría de los diputados de la oposición.

¿Y en qué nota que ha cambiado el señor Ibarra en estos veinte años?

--Tiene una capacidad muy grande de depurarse a sí mismo. No son iguales los gritos, en el sentido simbólico, que daba en el año 80, que los que da ahora. Ibarra ha sido capaz, desde una hegemonía de poder como nadie ha tenido nunca en la historia de Extremadura, de superarse y de adaptarse a las circunstancias. Antes rehuía lo institucional, no era su vocación. Recuerdo que en los primeros momentos en que era presidente de la preautonomía extremeña cuando visitaba un ayuntamiento no se le ocurría, a pesar del protocolo, prepararse para coger una banda de mando... huía de lo institucional, y hoy ya se somete a ese ambiente.

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