Su memoria guarda casi al milímetro lo que ocurrió la noche del 5 al 6 de noviembre en el Cerro de Reyes. Esa madrugada perdió todo por lo que había luchado durante años, pero se sintió afortunada porque ella y los suyos salvaron la vida. Soledad Vargas Gil volvía a casa, en la calle Pero Pérez, después de hacer la compra junto a su marido, Francisco Manuel, y su hijo Marcos, de un año. Llovía con fuerza y el agua ya inundaba uno de los patios de su casa.

Se fueron a dormir con cierto temor, por eso pusieron el despertador para una hora después. "Antes de que sonara oímos los gritos de un vecino que nos decía que saliésemos de casa porque todo se estaba inundando".

Al cruzar la puerta de su vivienda el agua ya les llegaba por la cintura. "La gente venía corriendo en bandadas, en pijama y cuando volvimos la vista atrás y vimos ese mar detrás de nosotros, sentimos pánico", recuerda emocionada Soledad.

Ahora vive en una de las casas de realojo que se construyeron en el Cerro de Reyes. Ha tenido otra hija, Sara, y asegura que desde el principio su marido y ella encajaron esta terrible experiencia pensando en el futuro. "Nos ayudaron mucho la familia, los amigos, compañeros de trabajo... Nos sentimos desbordados por la generosidad de la gente y eso nos dio muchos ánimos para levantarnos", dice.

Soledad añade que también el ejemplo de su madre, "una mujer luchadora", le ayudó a hacerse fuerte frente a esta tragedia que, según asegura, "otros muchos todavía no han podido superar". Para ella tampoco fue fácil, durante cinco años tuvo pesadillas en las que soñaba que su familia se ahogaba y llegó a tener la sensación "de no ser nadie" al perder todo lo que tenía. "Solo me importaban los recuerdos, las fotografías, una ecografía de cuando estaba embarazada de mi hijo; cosas que no se pueden recuperar nunca".

También lamenta que se perdieran otros sentimientos al crear un barrio nuevo. "Ahora hay un barrio viejo entre miserias, casas derruidas y suciedad; y otro, con casas nuevas, pero no se ha recuperado el espíritu de lucha y el asociacionismo que había antes de la riada. Eso es lo que más pena me da".